La palabra de Marina Serrano: un intento para que palabra y vida coincidanLa poesía no sirve, la poesía es. Entonces, el compromiso del vate debe ser primero y ante todo con la vida, por lo cual no puede “mentir” un poema. El oficio es para perfeccionarnos, no para crear flores artificiales pues cuando fraguamos palabras, nada es superfluo. En definitiva, el artista no crea como vive, vive como crea.
Jean Giono decía que “la poesía es el arte de curar las heridas”. Y aquí comienzo a introducirlos en el poemario de Marina Serrano, La diástasis de las tibias largas.
Ante todo, es necesario que les de la definición de diástasis: distancia, separación de dos huesos contiguos sin dislocación propiamente dicha, esguince. Ya en este título tenemos una de las características de la poesía de Serrano: lo obvio como portal al ensueño, la utilización de terminología científica fundando una nueva imaginería en poesía, desplazando al significado. Porque estamos hablando aquí de la separación de dos huesos sin que se rompan o fragmenten en forma definitiva. Estamos ante una ecsisión en el texto pero también en los cuerpos, una unidad que no se consolida pero tampoco permite que la lengua quede sola, lamentándose de sí misma. Es asì como en el poema Cena reza: “En el interior blando ella amolda la lengua y su tanteo protector se propaga hacia mis dedos en pinza/hacia lo más medial y caudal del hipogastrio,/ al moverla hacia atrás/ sus labios que se adhieren/ limpian el metal.//La de tibias largas amplia la oscuridad/ mientras su dedos, arriados en silencio/exageran mi curvatura lumbar y disparan/ la mano aprehensiva.// tras la espalda el goce no se vislumbra/ entonces, puedo demorarlo”. Noten en este poema la utilización de un lenguaje metafórico junto a otro científico (hipogastrio) y una descripción aguda y cortante como el bisturí de un cirujano. Como lectores estamos sobre el cuerpo del poema pero, a su vez, podemos alejarnos de su texto. ¿Disociaciòn?, no, vaivén, el de los cuerpos.
Digamos desde ya que esta poesía es incómoda, maldita en el sentido que marcaba Bataille: el hombre produce mucho más energía que la necesaria para su reproducción. Esas energía es destinada a un gasto catastrófico o a su derroche, abriéndose así el ámbito de lo sagrado, el reencuentro con la unidad perdida”
En el poema “Arrodillada y abierta” encontramos un claro ejemplo de la búsqueda de Serrano: la intimidad perdida. Dolor, soledad y sufrimiento que cruzan nuestra sociedad y que nos alejan de los instantes soberanos, aquellos que escapan a la lógica de la utilidad para fundar lo sagrado. Y es curioso como Marina se centra en esto con un lenguaje donde las denominaciones científicas juegan como sortilegios, que nos llevan a las palabras que usualmente podríamos denominar como “poéticas”, porque casualmente poético es el lenguaje donde la palabra conduce la idea. Veamos el poema “Arrodillada y abierta”: “El centro de la mujer arrodillada/abierta al cielo/ se edifica en la contracción,/ cruzando de fibras, fascículos, tirantes/ une lo superior a lo acarreado,/ y es soga atada a la piedra/y es piedra”. En “Boca abajo” el poema comienza así: “Los pulgares mordaces presionan/mis isquiones hacia cefálico//el resto de los dedos, múltiples/abarcan mi carne sanguinaria/ su boca cocea el rombo plano, suave y lampiño de Machaelis/ y busca el vértice inferior, el arcaico resabio del cóccix/”.
En estos poemas hay conciencia del erotismo. Bataille nos dice que “es posible decir que el erotismo es la aprobación de la vida hasta en la muerte y que éste se define por la independencia del goce erótico con respecto a la reproducción como fin”. Y también afirma que el conocimiento del erotismo, o de la religión, exige una experiencia personal, igual y contradictoria de lo prohibido y de la transgresión. Pero la transgresión levanta la prohibición sin suprimirla”.
“Ella se transforma en agua” es el comienzo del poema Agua. Y ella es protagonista de muchos poemas del libro. Porque estamos ante una poesía dinámica, donde las cosas no son lo que son sino aquello en que se convierten. O sea, el bisturí recorta sobre el horizonte aquello que aparentemente miramos con los ojos de un médico pero que es volátil, imaginería, la intimidad de una voz lamiéndose a sí misma. Contemplando el agua nos disolvemos, discurrimos. Como en el sexo, somos otros y también los mismos.
Creo no equivocarme al afirmar que Serrano tiene conciencia del erotismo de su poética pues apuesta a las cosas, las denomina, las abre y nos muestra su aspecto maldito. “De modo que la conciencia –afirma Bataille- sólo se nos da a partir de la maldición y, por lo tanto a partir del desconocimiento de la vida sexual. Carecemos nosotros en nuestra conciencia de lo que hay de irreductible a la aparente simplicidad de las cosas (o sea los objetos sòlidos). Las verdades de nuestra conciencia interior se nos escapan. Si las tomamos por lo que no son, las desconocemos todavía más. Si sólo vemos en ellas una función natural, o si antes de haber captado su sentido, denunciamos lo absurdo de las leyes que prohíben su libre curso, nos alejamos de una verdad que nuestra vida erótica anuncia. Si decimos que la sexualidad culpable es reductible a la inocencia de las cosas materiales, la conciencia, lejos de encarar verdaderamente la vida sexual, deja por completo de considerar los aspectos turbadores, incompatibles con una claridad neta….Al tornar inocente la vida sexual, la ciencia deja simplemente de reconocerla”. Es exactamente la actitud contraria que toma Serrano y a la cual tenemos que agradecer.(La idea de una pelvis como región anatómica/ cuya importancia radica en aquello que no contiene fue abolida” dice Marina en el comienzo de su poema Pelvis, donde podemos rastrear lo que les decía hace un momento.
Pero volvamos al título del libro, a esa separación que no es tal pues no es definitiva. En estos poemas encontramos un intento desesperado para no vivir y morir aisladamente como individuos. Hallamos una nostalgia por una continuidad perdida. En el poema Ensayo de Tracción Serrano apunta: “El olor dulce, fuerte e insorportable que genera el placer/ me hizo arrastrar su cuerpo contra el mío y abrazarla/ porque necesitaba decirle que la quería hasta el cielo”. La actividad sexual nos permite encontrar la continuidad perdida. Hay una conversación interrumpida en la aparente fluidez de las comunicaciones de nuestro mundo posmoderno, los cuerpos anudados la reestablecen. Serrano mira de frente lo que nos aterroriza, esa unión que existe entre la sexualidad y la muerte, ese extraño desconocimiento que tenemos de nosotros mismos.
Por ello es una poesía incómoda. Intenta restablecer una comunicación perdida, desencadena pasiones hasta el extremos –en los últimos poemas del libro- de matarlas. Casi podría decirse, parafraseando a Bataille, que estamos ante una poesía del mal porque las pasiones dominan la razón. Nosotros, los poetas, sabemos que esta es una condena mentirosa, que bajo el gobierno de la razón nacieron los mayores crímenes de lesa humanidad. Pero siempre será más fácil condenar a la pasión, a quien lucha por recuperar su intimidad, su soledad, su integridad. Las pasiones insatisfechas más que las pasiones conseguidas en el límite de la destrucción son las que crean un desorden considerable en el mundo” apunta Bataille
La poesía es intemperie. Marina, “la niña que roe la tierra” busca “otro brillo y otro tallo entre ramas vivas”. Por eso sus palabras tienen movilidad, apetito y hacen de su lenguaje agua fluyendo. Barthes decía con razón que “el mundo como objeto literario se nos escapa, que hay impotencia de producir realismo”
Marina busca el goce. “Y éste no es el que responde al deseo sino lo que lo toma por sorpresa, lo excede, lo desorienta” según Barthes.
Alguno podría inferir que de la terminología de este poemario estamos ante una poesía de naturaleza física. Pero estaríamos confundiendo aquello que la sociedad toma natural como sinónimo de legalidad con la naturaleza que es cuando por ejemplo, en este poemario, descubrimos en el cuerpo del otro no lo repetible del nuestro sino lo diferente, lo irreductible, lo que nos completa.
Hablar besando, besar hablando es la consigna de estos poemas donde la palabra conduce la idea hacia la vida.
Barthes dice que “cuando divulgo lo privado de mí mismo, cuando más me expongo: no por el riesgo del escándalo, sino porque así presento mi imaginario en su constencia más fuerte, y el imaginario es precisamente lo que ofrece un blanco a los otros, lo que no está protegido por ningún vuelco, ninguna dislocación”. Volviendo a la Diástasis que preside el título del libro, hay conjunción, o al menos el intento de que la vida sea algo más que un simple efecto destinado al vacío o en el mejor de los casos, a la misericordia. Porque Marina escribe con el cuerpo, su texto, sus palabras están “delante del vacío” tal como reza en su poema “Obstinación, palabra y definición de una voz que está entre nosotros para anunciar y denunciar que “alguien miente hasta ser libre, después/ nada más se sufre”
Daniel Chirom