http://www.ellitoral.com/index.php/diarios/2011/02/28/opinion/OPIN-02.html
Encuentro de escritores en Quequén
Un mar de lecturas
De la Redacción de El Litoral
Durante el fin de semana del 20 y 21 de febrero, se realizó en las playas de Quequén -provincia de Buenos Aires-, el tercer encuentro de lecturas en la arena que organizaron las poetas Marina Serrano y Cecilia Romana, fundadoras de la editorial independiente Sigamos enamoradas. Esta vez, la excusa para juntarse frente al mar fue la salida del cuarto volumen del libro Hotel Quequén, que en esta oportunidad presentó textos de una variada gama literaria, que va de la poesía a la narrativa, pasando por el ensayo filosófico y la crónica histórica.
Los escritores convocados en esta oportunidad -Carlos Bernatek, Susana Cella, Enrique Butti, Mercedes Araujo, Cristina Piña, Diego Bentivegna, Juan Bautista García Bazán, Diego Di Vincenzo, Daniel Freidemberg, Elba Serafini, y las nombradas Serrano y Romana- viajaron a las costas bonaerenses para leer sus trabajos bajo la atenta escucha de los veraneantes y poetas de la zona, que compartieron dos jornadas de emoción y buena literatura que culminaron con un frenético baile en el bar del balneario Monte Pasubio, donde se llevó a cabo el encuentro.
Sigamos enamoradas, el sello que crearon Serrano y Romana en el año 2006, y que ya lleva editados doce volúmenes entre poesía, narrativa y ensayo, apostó nuevamente a su viejo estilo: el de llevar a los autores a la playa y hacerlos leer frente al mar para mudar el fenómeno literario desde la urbanidad a la costa y aprovechar la ocasión para entrelazar vínculos entre los autores, que durante esos días desayunan, almuerzan y cenan juntos, en la interesante conversación que surge de la convivencia cotidiana.
En esta oportunidad, además de las dos lecturas oficiales, el evento playero contó con una invitación a escritores que no formaron parte del volumen Hotel Quequén IV, pero viajaron al mar a compartir sus textos. Ellos fueron, Daniel del Percio, Mariana Docampo, Paula Jiménez y Vanesa Guerra.
En la contratapa del volumen que acaba de publicarse se lee, a propósito del título (Hotel Quequén): “En el sótano (secreto) de este hotel funcionó la primera ruleta del país; por las noches, prestigiosos caballeros del siglo pasado apostaron clandestinamente mientras sus familias, ignorantes, gozaban el sueño pesado de un día de playa. Hoy, lejos de ese tiempo y en el mismo umbral, otras voces (contemporáneas pero igualmente enclaustradas) discuten, reflexionan y urden una trama: filosófica, narrativa, histórica, poética. Trama que llega, sin cortes ni correcciones, a imprimirse en este cuarto volumen de Hotel Quequén, Submarino. Un conjunto de ideas casi desapercibidas cuyo destino resultará, quizá, tan azarosos y arriesgado como el de aquellos pretéritos entretenimientos de sótano: la entrega amorosa a un lector dilecto”.
Las artífices del encuentro expresaron su alegría por los resultados y prometieron informar con antelación los datos del próximo, que seguramente juntará otras voces y otras escrituras, en esa hermosa y extensa playa del sur de Buenos Aires en febrero de 2012.
Mostrando las entradas con la etiqueta Hotel Quequén. Mostrar todas las entradas
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lunes, febrero 28, 2011
miércoles, febrero 23, 2011
Hotel Quequén IV, Submarino - videos lecturas
Cristina Piña
http://www.youtube.com/watch?v=j-q0KRdhaZY
Cecilia Romana
http://www.youtube.com/watch?v=za58MDnDNS0
Susana Cella
Daniel Freidemberg
http://www.youtube.com/watch?v=SqviaPmLbSc
Juan Bautista García Bazán
http://www.youtube.com/watch?v=vuI-Lla9AHQ
Carlos Bernatek
http://www.youtube.com/watch?v=0McQBzj8Dk8
Marina Serrano
Vanesa Guerra
http://www.youtube.com/watch?v=PU2wxgYacQI
Mariana Docampo
http://www.youtube.com/watch?v=UgkJzs7WIio
(paciencia, tardan mucho en subir...)
http://www.youtube.com/watch?v=j-q0KRdhaZY
Cecilia Romana
http://www.youtube.com/watch?v=za58MDnDNS0
Susana Cella
Daniel Freidemberg
http://www.youtube.com/watch?v=SqviaPmLbSc
Juan Bautista García Bazán
http://www.youtube.com/watch?v=vuI-Lla9AHQ
Carlos Bernatek
http://www.youtube.com/watch?v=0McQBzj8Dk8
Marina Serrano
Vanesa Guerra
http://www.youtube.com/watch?v=PU2wxgYacQI
Mariana Docampo
http://www.youtube.com/watch?v=UgkJzs7WIio
(paciencia, tardan mucho en subir...)
Hotel Quequén IV, Submarino - Fragmento IV - Daniel Freidemberg
RESISTENCIA
Daniel Freidemberg nació en Resistencia, Chaco, en 1945 y vive en Buenos Aires. Algunos de sus libros de poemas son: Blues del que vuelve solo a casa (1973), Lo espeso real (1996), La sonatita que haga fondo al caos (antología personal, 1998) y En la resaca (2007). Ensayo y crítica: La poesía del 50 (1982), La palabra a prueba (1993) y Cómo se escribe un poema (con Edgardo Russo, 1994). Es autor de una veintena de antologías de poesía. Dirige la colección de poesía de Editorial Colihue y Bárbara, revista de poesía y ensayo.
AL CAER EL ALBA, ENTRE LA LUZ CENIZA ...
Al caer el alba, entre la luz ceniza,
entre ese modo obtuso que tienen las cosas
de volver en sí,
no es viento lo que sopla, es como un agua opaca
que por detrás de la materia tiembla
como hecha de ecos de una vieja explosión
y, en lo que con la luz se extiende, el alma
intenta, opaca ella también, posarse.
No sé si por la guerra o el amor (ecos
de guerra o amor pesando),
algo retiene el alma tras los ojos.
Los que pasaron hace un minuto gritando
obscenidades, los que dejaron latas de cerveza,
esa mujer que arrastra un perro gordo,
no son ajenos, aunque tampoco la hacen, a la escena.
Miro abstracciones que dejó la resaca:
el mundo, una playa sorprendida por el amanecer.
COMO RESACAS DE LA MAR...
Como resacas de la mar.
Ojos en todas todas las cosas.
Cosas dejadas por el mundo.
Como es dispersa la verdad.
Cosa insistente la verdad,
mira como agua ahí en las cosas
que la resaca nos dejó
cuando se fue a contar otra historia:
necesidades de la historia,
que no acostumbra a preguntar,
y ahí quedaron a su paso
cosas que miran no sé a quién.
De Lo espeso real, Ediciones Libros de Tierra Firme, Buenos Aires, 1996.
Daniel Freidemberg nació en Resistencia, Chaco, en 1945 y vive en Buenos Aires. Algunos de sus libros de poemas son: Blues del que vuelve solo a casa (1973), Lo espeso real (1996), La sonatita que haga fondo al caos (antología personal, 1998) y En la resaca (2007). Ensayo y crítica: La poesía del 50 (1982), La palabra a prueba (1993) y Cómo se escribe un poema (con Edgardo Russo, 1994). Es autor de una veintena de antologías de poesía. Dirige la colección de poesía de Editorial Colihue y Bárbara, revista de poesía y ensayo.
AL CAER EL ALBA, ENTRE LA LUZ CENIZA ...
Al caer el alba, entre la luz ceniza,
entre ese modo obtuso que tienen las cosas
de volver en sí,
no es viento lo que sopla, es como un agua opaca
que por detrás de la materia tiembla
como hecha de ecos de una vieja explosión
y, en lo que con la luz se extiende, el alma
intenta, opaca ella también, posarse.
No sé si por la guerra o el amor (ecos
de guerra o amor pesando),
algo retiene el alma tras los ojos.
Los que pasaron hace un minuto gritando
obscenidades, los que dejaron latas de cerveza,
esa mujer que arrastra un perro gordo,
no son ajenos, aunque tampoco la hacen, a la escena.
Miro abstracciones que dejó la resaca:
el mundo, una playa sorprendida por el amanecer.
COMO RESACAS DE LA MAR...
Como resacas de la mar.
Ojos en todas todas las cosas.
Cosas dejadas por el mundo.
Como es dispersa la verdad.
Cosa insistente la verdad,
mira como agua ahí en las cosas
que la resaca nos dejó
cuando se fue a contar otra historia:
necesidades de la historia,
que no acostumbra a preguntar,
y ahí quedaron a su paso
cosas que miran no sé a quién.
De Lo espeso real, Ediciones Libros de Tierra Firme, Buenos Aires, 1996.
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Daniel Freidemberg,
Hotel Quequén
Hotel Quequén IV, Submarino - Fragmento III
EL MAR DE HERÁCLITO
(fragmento: Hotel Quequén IV- Submarino. Sigamos enamoradas 2011)
http://www.youtube.com/watch?v=vuI-Lla9AHQ
Hay tres fragmentos del filósofo que hablan del mar. Uno dice (61 DK):
«El agua del mar es la más pura y la más contaminada: Para los peces es potable y salvadora, pero para los hombres no es potable, e inclusive es perniciosa.» (Thálassa hýdor katharótaton kaì miarótaton, ichthýsi mèn pótimon kaì sotérion, anthrópois dè ápoton kaì oléthrion).
Lo puro y lo impuro, lo que salva y lo que destruye; el agua o el mar como atributos con sentido religioso, probablemente puedan ser alusiones al dios del vino.
*
Para la Ilíada o la Odisea el mar es lo estéril por antonomasia (Atrýgetos). Al contrario, Dionisos, como el dios de las uvas (Botrys), de los árboles (Endendros), de las flores (Anthios), del crecimiento de las plantas (Auxites) y de los brotes jóvenes (Problastos), representa la vida y sus manifestaciones. Otra cara del dios es la que se relaciona con el mar (Pelagios y Dýalos); él mismo es el marino (Haliéys) y el que se extiende sobre las playas (Akataoîs). Plutarco agrega que los griegos lo consideraban «el señor del vino y de toda la naturaleza liquida» (ou mónon toû oínou Diónyson allà kaì pásas hygrâs phýseos Hélles hegoûntai kýrion…). Es un dios húmedo (Hyés). El podía trasladar su fecundidad al mar: hace crecer de los mástiles de un barco las ramas de una parra como en la copa del pintor Exequias –hace lo mismo en el Himno homérico que lleva su nombre-. Pero también la muerte está en el agua: Su cuerpo que se hunde en el río, después que Perseo lo mata; esa zona se interpretaba como un acceso a las puertas de los infiernos. Y Heráclito decía (15 DK): “... es el mismo Hades (=la muerte) y Dionisos (=la vida), por quien deliran y celebran las Leneas” (…houtòs dè Aídes kaì Diónysos, hóteo maínontai kaì lenaítsousin)
*
Addenda: Atrýgetos, sin cosecha, sin vendimiar; tryx, referido al mosto, también las madres del vino.
Leneas, quizás de lenós, que es lagar y al mismo tiempo ataúd.
*
El mar o Dionisos, como lo más puro (katharótaton). Purificadores (Kathartaí), según Platón, eran los sacerdotes órfico-dionisíacos que prometían la bienaventuranza, la salvación, para los que seguían al dios. Una laminilla de Pelinna remarcaba: “Di a Perséfone que Baco te liberó (eipeîn Persephónai s’ hóti Bákchios autòs élysen)”. Heráclito, tal vez relacionando el lenguaje de los misterios, hablaba de la pureza del agua (13 DK): “Los cerdos se alegran más del barro que del agua clara” (hýes borbóroi hédontai mâllon katharôi hýdati). El mar o Dionisos, como lo más contaminado (miarótaton). Miarós, lo manchado de sangre, y en ese sentido como lo infame y malvado. Consecuentemente o no, Heráclito (5 DK): “Se purifican en vano, ensuciándose con sangre como si habiéndose metido en el barro, con el barro se lavaran...” (kathaírontai d’ álloi haímati miainómenoi hoîon eí ti seis pelòn embàs pelôi aponízoito).
*
Lo acuoso y lo agradable (77 DK): “Para las almas es una forma de deleite volverse húmedas, e inclusive una forma de muerte (psychêsi [phánai] térpsin è thánaton hygrêisi genésthai). El ámbito de Dionisos el húmedo (Hyés), como mortal (oléthrion); el corazón, la sangre, los lugares del placer (terpsin) dionisíaco.
117 DK: «Un hombre, cuando está ebrio, es llevado por un chico, mientras se tambalea sin percibir por dónde va, teniendo el alma húmeda» (anèr hokótan methysthêi, ágetai hupò paidòs anebou sphallómenos, ouk epaíon hóke baínei, hygrèn tèn psychèn). El hombre que vuelve a ser un chico y no sabe adónde pisar -como si estuviera en un barco-. Percibir (epaíon), como la carencia de un alma húmeda (hygrèn tèn psychèn).
*
Addenda II: Las aguas que marean. Corominas: “Saca y resaca, 1492, se aplicaron al flujo y reflujo del mar, cuando éste saca y vuelve a chupar los objetos que están junto a la orilla, de donde resaca ‘retroceso de las olas’”.
“El mar del color del vino” (óinopa ponton).
*
Lo que salva. El adjetivo sotérios aparece solo en el fragmento 61 DK. Sin embargo, en el prefijo del verbo sofroneîn, del fragmento 112 DK, también está: Sôs como lo sano, lo salvado, lo intacto; un pensamiento (froneîn) sano (so-), dicen los traductores. Yo prefiero decir: un corazón sano. Fronéo como derivado de fren, corazón, diafragma, entrañas precordiales. Zolla: El hombre con preocupaciones, decía Ovidio, está como embriagado, tiene las entrañas inmovilizadas (liquifiunt pectora), llenas de agua (lympha). Lymphatus como torpe, temeroso, olvidadizo, inepto. Vaporoso. El fr. 112 DK: “Sentir con el corazón es el valor más grande y la sabiduría, decir y actuar lo que es verdadero percibiendo [estas cosas] de acuerdo con la naturaleza” (sofroneîn aretè megíste kaì sophíe, alethéa légein kaì poieîn katà phýsin epaíontas). La naturaleza se esconde (123 DK) -Dionisos como un señor oculto-. Se percibe (epaiontas), como en el caso del chico que guía al adulto, si se carece de un alma húmeda (hygrèn tèn psychèn); tener un corazón sano (so-froneîn), es lo más grande y es una sabiduría. “El alma seca es la más sabia y la mejor” (augè xerè sophotáte kaì aríste) (118 DK). El señor de la vegetación, del crecimiento de las plantas, que se esconde detrás de los ramajes y de las olas. La luz del día. Lo seco, el fuego, como atributos de otro dios. Más tardía que las laminillas de Pelinna, está la de Olbia del 300 a. C.: Vida-Vida, Apolo-Apolo, Sol-Sol, Orden-Orden, Luz-Luz (Bios-Bios, Apolon-Apolon, Elios-Elios, Kosmos-Kosmos, Phos-Phos). La vida como Apolo y como lo que salva.
Sin embargo, 48 DK: “Vida: es cierto que el nombre del arco es vida, pero su obra es la muerte” (bíos: tôi oûn tóxoi onómato bíos, érgon dè thánatos). Una obra (érgon), la de la arquitectura del dios (Helios y Hefestos), que en la luz del día no da vida. Un mar invisible (Hades como A-ides), que en algún punto da muerte (thánatos). Dionisos y Apolo como hermanos.
*
Addenda III: Mar-Dionisos: thálassa, como una palabra de origen no-griego.
Sol-Apolo: Plotino y Porfirio transmiten algunos fragmentos sobre la temática del resplandor del alma (epháne-augé). Contemporáneamente los Oráculos Caldeos hablaban del fuego, del alma, y del resplandor (augé), reconociendo un origen de estas cuestiones en la sabiduría persa.
Heráclito, transmisor de ideas extranjeras.
BIBLIOGRAFÍA
Burkert, W., De Homero a los Magos. La tradición oriental en la cultura griega, El Acantilado, Barcelona, 2001.
Colli, G., La Sabiduría griega III. Trotta, Madrid, 2010.
Corominas, J., Breve diccionario etimológico de la lengua castellana, Gredos, Madrid, 1998.
Daraki, M., «Oinops Pontos. La Mer Dionysiaque», en Revue de L’Histoire des religions, 199/1, Presses Universitaires de France, Paris, 1982.
Zolla, É., Sobre la desdicha y la felicidad: Morfología del espíritu en la historia de la cultura, Monte Ávila editores, Caracas, 1975.
Juan Bautista García Bazán nació en San Isidro, provincia de Buenos Aires, en 1979. Estudió Filosofía en la Universidad de Buenos Aires y en el Instituto del Profesorado IES N º 1. Publicó artículos en revistas especializadas, nacionales e internacionales, sobre Filosofía Antigua y Medieval.
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Hotel Quequén,
Juan Bautista García Bazán
Hotel Quequén IV, Submarino FOTOS
Domingo por la tarde (lectura), sin nuestro querido Bentivegna
Los altos: Di Vincenzo, Del Percio, Bernatek
Freidemberg, Docampo, Jiménez, Ana Varia, Jorgelina (semioculta) Vanesa Guerra, Sol Beker (sólo se ve un montículo de cabello rubio)
Piña, Adriana Cid (semioculta), Rosana, Dedé, Marta
Abajo: Cella, Butti, Roma y Romana, Juan Bautista GB
lunes, febrero 21, 2011
Nota en Pág12 - Versos con salida al mar
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/4-20824-2011-02-19.html
Sábado, 19 de febrero de 2011
Presentación de la antología Hotel Quequén IV. Submarino
Versos con salida al mar
El libro reúne relatos, poemas y ensayos filosóficos sobre el mar y la playa de Susana Cella, Cristina Piña, Diego Di Vicenzo, Diego Bentivegna, Daniel Freidemberg y Mercedes Araujo, entre otros. Se presenta este fin de semana en Quequén.
Por Silvina Friera
Marina Serrano y Cecilia Romana, poetas y creadoras de la editorial Sigamos enamoradas.Una joven camina por una playa de la costa atlántica. Sortea sombrillas, sillitas, vendedores ambulantes, chicos hinchapelotas que lloran sin parar y piden cosas, carpitas colorinches y al bañero musculoso y bronceado, hasta que logra pisar el agüita de la orilla. “Qué sabia es la naturaleza que inventó el mar”, dice esta criatura imaginada por Carlos Bernatek en el primer texto de la antología Hotel Quequén IV. Submarino, publicado por Sigamos enamoradas, que reúne relatos, poemas y ensayos filosóficos sobre el mar y la playa de Susana Cella, Cristina Piña, Diego Di Vicenzo, Diego Bentivegna, Daniel Freidemberg, Mercedes Araujo, Marina Serrano, Enrique Butti, Cecilia Romana, Juan Bautista García Bazán y Elba Serafini. El libro se presentará este fin de semana en el balneario Monte Pasubio (Quequén), el mismo lugar donde se lanzó la editorial hace cinco años. Habrá lecturas y charlas literarias gratuitas –abiertas y al aire libre–, condimentadas, como corresponde, con cerveza bien fría, licuados, gaseosas y mate, ese combustible indispensable para aceitar la adorable liturgia que se celebra al escuchar la voz de los escritores sobre la eterna cadencia del mar.
Golpe a golpe, peleando en un campeonato de taekwondo. Así se conocieron Marina Serrano y Cecilia Romana, poetas y creadoras de Sigamos enamoradas. Hotel Quequén IV es el sueño cumplido de un puñado de amigos. “Un día estábamos con Marina en la plaza Pueyrredón, en la ciudad de Santa Fe, donde vivo, y se nos ocurrió darle continuidad al proyecto Quequén, que empezó en el 2006 con la antología de poetas argentinos –recuerda Romana–. Pero como esta vez las cosas habían cambiado, porque no teníamos mucha plata para hacer un evento enorme y además yo vivo lejos y todo se complica para organizar, decidimos armar un libro que tomara textos de amigos y que cada uno se ocupara de sus propias correcciones, para después juntarnos en la playa y leerlos. Queremos hacer una fiesta de la amistad, celebrándola con lecturas.”
La expedición de poetas, narradores y ensayistas buceará en el agua del mar, “la más pura y la más contaminada”, según Heráclito, como recuerda el delicioso texto de García Bazán. Tal vez entre lo acuoso y agradable de la experiencia playera encuentren algo más de sí mismos. Y regresen con las manos aquilatadas por esos pequeños hallazgos. Romana sugiere que se puede bosquejar un vínculo entre la Pampa, la Patagonia y la playa. “Quequén no es una playa cool, no es popular a la hora de elegir un destino para el verano –advierte–; de hecho, hay que explicar que queda al lado de Necochea para que la gente se ubique, pero esas playas que han sido la salida al mar del campo tienen un condimento muy interesante del resabio de la Conquista del Desierto, y hasta algo solitario de pampa olvidada, justamente por no ser un destino popular ni de moda para las vacaciones. Pero no hay que olvidar que Quequén es uno de los puertos de ultramar más importantes del país”.
Los textos de la antología tejen una trama narrativa, histórica y poética. En “Una foto”, de Diego Di Vicenzo, el narrador recuerda un fin de semana en Villa Gesell con su ex pareja. “El mar se parece a esto que te cuento en vano. Va y viene; las olas suben y bajan, remueven y limpian”, dice. Susana Cella remata su poema “No mar, hoy” con tres versos en los que vibran un dolor ancestral: “Y ahora, mi hoy de agua extraviada de sal/ no es más que superficie torva donde bolsas de plástico/ navegan por oriente al pudridero común”. El comienzo de “La lengua de las islas”, de Cristina Piña, podría cifrar las coordenadas de un fructífero intercambio: “Se introduce en el lenguaje ajeno/ como un cuerpo que se arroja al mar:/ agua sin remanso ni piedad para el ahogado/ que, con gesto de impotencia,/ lucha en la garganta del deseo”.
La tarea de buscar parentescos entre textos tan diferentes como los incluidos en el libro resulta compleja. “Quizás ésa sea la mejor apuesta: la diversidad, como en una playa donde todos se juntan y se bañan en el mismo mar”, subraya Romana. “La reflexión que empuja el libro podría relacionarse con la posibilidad de aunar voluntades diferentes, de personalidades tan disímiles y maneras de escribir tan variadas, por una excusa común que es la de la lectura a orillas del mar. Y siempre con la idea madre de continuar la saga de Hotel Quequén, que empezó con poesía de nuestro país, siguió con relatos y después retomó la poesía, pero latinoamericana”, aclara.
Serrano –poeta, editora y kinesióloga fisiatra– juega de local. Nació en Quequén, en 1973. Antes de rumbear para sus pagos anticipa que organizarán un mínimo de lecturas formales. El resto del tiempo estará disponible para los debates “naturales”. “Las lecturas son bastante poco protocolares, simplemente ponemos los amplificadores apuntando a la playa, especialmente hacia donde se encuentre la mayor cantidad de gente, y los obligamos a escuchar. Muchos salen agradecidos de haber descubierto algo nuevo.” No hay temas pautados ni una hoja de ruta estipulada de antemano. “Estaremos en la playa, leeremos en bermudas, hablaremos de cosas queridas. Y lo que queremos, la mayoría de las veces, es literatura”, agrega Serrano, autora de Formación hospitalaria y La Diástasis de las Tibias Largas, que en la antología arremete con “Mimimoon”, un cuento que escribió en memoria de los marinos muertos en Quequén, el 9 de julio de 2004.
Hace tiempo que la poesía y la prosa se sumergen por las mismas aguas. “El diálogo es cada vez más patente –plantea Romana-. Lo interesante es percibir el centro de un texto, ya sea un relato o un poema, ver que el mar y la playa están dando vida a la palabra, y que no es necesario separar los géneros si la gracia, al final, está en leer ese centro marítimo que –circunstancialmente– aparece bajo la forma de una poesía, de una narración o de un ensayo.”
Sábado, 19 de febrero de 2011
Presentación de la antología Hotel Quequén IV. Submarino
Versos con salida al mar
El libro reúne relatos, poemas y ensayos filosóficos sobre el mar y la playa de Susana Cella, Cristina Piña, Diego Di Vicenzo, Diego Bentivegna, Daniel Freidemberg y Mercedes Araujo, entre otros. Se presenta este fin de semana en Quequén.
Por Silvina Friera
Marina Serrano y Cecilia Romana, poetas y creadoras de la editorial Sigamos enamoradas.Una joven camina por una playa de la costa atlántica. Sortea sombrillas, sillitas, vendedores ambulantes, chicos hinchapelotas que lloran sin parar y piden cosas, carpitas colorinches y al bañero musculoso y bronceado, hasta que logra pisar el agüita de la orilla. “Qué sabia es la naturaleza que inventó el mar”, dice esta criatura imaginada por Carlos Bernatek en el primer texto de la antología Hotel Quequén IV. Submarino, publicado por Sigamos enamoradas, que reúne relatos, poemas y ensayos filosóficos sobre el mar y la playa de Susana Cella, Cristina Piña, Diego Di Vicenzo, Diego Bentivegna, Daniel Freidemberg, Mercedes Araujo, Marina Serrano, Enrique Butti, Cecilia Romana, Juan Bautista García Bazán y Elba Serafini. El libro se presentará este fin de semana en el balneario Monte Pasubio (Quequén), el mismo lugar donde se lanzó la editorial hace cinco años. Habrá lecturas y charlas literarias gratuitas –abiertas y al aire libre–, condimentadas, como corresponde, con cerveza bien fría, licuados, gaseosas y mate, ese combustible indispensable para aceitar la adorable liturgia que se celebra al escuchar la voz de los escritores sobre la eterna cadencia del mar.
Golpe a golpe, peleando en un campeonato de taekwondo. Así se conocieron Marina Serrano y Cecilia Romana, poetas y creadoras de Sigamos enamoradas. Hotel Quequén IV es el sueño cumplido de un puñado de amigos. “Un día estábamos con Marina en la plaza Pueyrredón, en la ciudad de Santa Fe, donde vivo, y se nos ocurrió darle continuidad al proyecto Quequén, que empezó en el 2006 con la antología de poetas argentinos –recuerda Romana–. Pero como esta vez las cosas habían cambiado, porque no teníamos mucha plata para hacer un evento enorme y además yo vivo lejos y todo se complica para organizar, decidimos armar un libro que tomara textos de amigos y que cada uno se ocupara de sus propias correcciones, para después juntarnos en la playa y leerlos. Queremos hacer una fiesta de la amistad, celebrándola con lecturas.”
La expedición de poetas, narradores y ensayistas buceará en el agua del mar, “la más pura y la más contaminada”, según Heráclito, como recuerda el delicioso texto de García Bazán. Tal vez entre lo acuoso y agradable de la experiencia playera encuentren algo más de sí mismos. Y regresen con las manos aquilatadas por esos pequeños hallazgos. Romana sugiere que se puede bosquejar un vínculo entre la Pampa, la Patagonia y la playa. “Quequén no es una playa cool, no es popular a la hora de elegir un destino para el verano –advierte–; de hecho, hay que explicar que queda al lado de Necochea para que la gente se ubique, pero esas playas que han sido la salida al mar del campo tienen un condimento muy interesante del resabio de la Conquista del Desierto, y hasta algo solitario de pampa olvidada, justamente por no ser un destino popular ni de moda para las vacaciones. Pero no hay que olvidar que Quequén es uno de los puertos de ultramar más importantes del país”.
Los textos de la antología tejen una trama narrativa, histórica y poética. En “Una foto”, de Diego Di Vicenzo, el narrador recuerda un fin de semana en Villa Gesell con su ex pareja. “El mar se parece a esto que te cuento en vano. Va y viene; las olas suben y bajan, remueven y limpian”, dice. Susana Cella remata su poema “No mar, hoy” con tres versos en los que vibran un dolor ancestral: “Y ahora, mi hoy de agua extraviada de sal/ no es más que superficie torva donde bolsas de plástico/ navegan por oriente al pudridero común”. El comienzo de “La lengua de las islas”, de Cristina Piña, podría cifrar las coordenadas de un fructífero intercambio: “Se introduce en el lenguaje ajeno/ como un cuerpo que se arroja al mar:/ agua sin remanso ni piedad para el ahogado/ que, con gesto de impotencia,/ lucha en la garganta del deseo”.
La tarea de buscar parentescos entre textos tan diferentes como los incluidos en el libro resulta compleja. “Quizás ésa sea la mejor apuesta: la diversidad, como en una playa donde todos se juntan y se bañan en el mismo mar”, subraya Romana. “La reflexión que empuja el libro podría relacionarse con la posibilidad de aunar voluntades diferentes, de personalidades tan disímiles y maneras de escribir tan variadas, por una excusa común que es la de la lectura a orillas del mar. Y siempre con la idea madre de continuar la saga de Hotel Quequén, que empezó con poesía de nuestro país, siguió con relatos y después retomó la poesía, pero latinoamericana”, aclara.
Serrano –poeta, editora y kinesióloga fisiatra– juega de local. Nació en Quequén, en 1973. Antes de rumbear para sus pagos anticipa que organizarán un mínimo de lecturas formales. El resto del tiempo estará disponible para los debates “naturales”. “Las lecturas son bastante poco protocolares, simplemente ponemos los amplificadores apuntando a la playa, especialmente hacia donde se encuentre la mayor cantidad de gente, y los obligamos a escuchar. Muchos salen agradecidos de haber descubierto algo nuevo.” No hay temas pautados ni una hoja de ruta estipulada de antemano. “Estaremos en la playa, leeremos en bermudas, hablaremos de cosas queridas. Y lo que queremos, la mayoría de las veces, es literatura”, agrega Serrano, autora de Formación hospitalaria y La Diástasis de las Tibias Largas, que en la antología arremete con “Mimimoon”, un cuento que escribió en memoria de los marinos muertos en Quequén, el 9 de julio de 2004.
Hace tiempo que la poesía y la prosa se sumergen por las mismas aguas. “El diálogo es cada vez más patente –plantea Romana-. Lo interesante es percibir el centro de un texto, ya sea un relato o un poema, ver que el mar y la playa están dando vida a la palabra, y que no es necesario separar los géneros si la gracia, al final, está en leer ese centro marítimo que –circunstancialmente– aparece bajo la forma de una poesía, de una narración o de un ensayo.”
miércoles, febrero 16, 2011
cuenta regresiva HOTEL QUEQUÉN IV
Datos útiles:
Sábado, 19 hs. En la playa de Quequén, frente al Balneario Monte Pasubio
Presentación del libro -parte 1-
Lecturas: Susana Cella, Diego Bentivegna, Elba Serafini, Juan Bautista García Bazán, Diego Di Vincenzo...
Domingo, 10:30 hs. (En el mismo lugar)
Lecturas: Paula Jiménez, Daniel Del Percio, Mariana Docampo, Vanesa Guerra...
Domingo, 19:00 hs. (En el mismo lugar)
Presentación del libro -parte 2-
Lecturas: Daniel Freidemberg, Cristina Piña, Carlos Bernatek, Enrique Butti, Mercedes Araujo...
Encuentros y charlas clandestinas: en "La chiruza"
Monte Pasubio: http://www.montepasubio.com.ar/
Urgencias: (011) 156 22 22 970
Sábado, 19 hs. En la playa de Quequén, frente al Balneario Monte Pasubio
Presentación del libro -parte 1-
Lecturas: Susana Cella, Diego Bentivegna, Elba Serafini, Juan Bautista García Bazán, Diego Di Vincenzo...
Domingo, 10:30 hs. (En el mismo lugar)
Lecturas: Paula Jiménez, Daniel Del Percio, Mariana Docampo, Vanesa Guerra...
Domingo, 19:00 hs. (En el mismo lugar)
Presentación del libro -parte 2-
Lecturas: Daniel Freidemberg, Cristina Piña, Carlos Bernatek, Enrique Butti, Mercedes Araujo...
Encuentros y charlas clandestinas: en "La chiruza"
Monte Pasubio: http://www.montepasubio.com.ar/
Urgencias: (011) 156 22 22 970
miércoles, febrero 09, 2011
Hotel Quequén IV, Submarino - Fragmento II
BUENOS AIRES
Diego Di Vincenzo nació en la ciudad de Buenos Aires. Desde hace 15 años trabaja en la actividad editorial: ha pasado por Ediciones Santillana, por la tradicional Editorial Estrada (donde fue Editor general) y, actualmente, por Kapelusz editora, en la que se desempeña como Gerente de Contenidos y Marketing en el área de Educación.
UNA FOTO
¿Qué año habrá sido? ¿2002, 2003? Estamos en un alto del camino. ¿Quién sacó la foto? Es un plano medio, o tal vez, un cuarto (dado un cuerpo, se lo divide imaginariamente en cuatro, y la imagen capta uno de los cuatro cuartos).
Estábamos caminando por la playa. Habríamos llegado unos minutos antes. Vino esa foto a darme en los ojos una de esas tardes de mudanza. El lugar de esa foto, como el lugar que dejé por la mudanza, ya no me pertenece. (“Pertenecer” aquí quiere decir: propio por frecuencia. Un lugar me pertenece en la medida en que lo frecuento, en que lo hago propio, de modo que debí marchitar una parte de este pobre cuerpo mío para quitar esos lugares y para quitarte junto con ellos. Marchitar no es más que pudrirse, dejar morir).
Gesell, esa playa de Gesell, la de Prefectura, fue nuestra salida de fin de semana largo.
Cargué tantas veces mi auto con amigos tuyos y míos, hermanos, sobrinos y otros amigos. Manejar en la ruta es aburrido. Me dabas mate, alguna medialuna. Y un prolongado canto. Siempre cantábamos marchas patrias, zambas entrañables y tangos de ocasión. Dos veces fundí el auto yendo a Gesell: no podía bajar de los 140. Una vez, lo fundí apenas salimos, ni bien llegábamos a la rotonda de Pinamar. Conseguimos un remolque que nos costó 200 pesos, y el viaje se hizo largo. ¿Sabés que en otras ocasiones, ir al mar o a Córdoba, por ejemplo (yendo sin vos, digo), quiso decir temblor? De pronto, el cuerpo, las manos empezaron a temblarme, y el temblor no me dejaba agarrar un Rivotril. Ahora retoño un cuerpo nuevo y tiemblo menos.
De tanto en tanto pienso, un poco motivado por el frenesí musical, que “toda mi vida es el ayer que me detiene en el pasado”. Y me enojo. Me enoja el “todo” de “toda mi vida”. O el de “era para mí la vida entera”, que es una manera de decir: “toda la vida”.
En la foto estamos muy parecidos. Los dos con anteojos, los dos más gordos que ahora (yo, más gordo que ahora). De vos no sé casi nada hace más de un año. Hace poco, un amigo me contó que te vio, y yo hubiera preferido que no me contara nada porque esa misma noche te soñé girando de belleza, y en el sueño quería tocarte la espalda como te la tocaba siempre, fascinado por la tersura de una piel tan agradable al tacto. Y vos no me dejabas. Me decías que mejor no, que para qué.
En la foto tengo una camisa de cuadros que es fea. ¿Por qué me ponía esa camisa horrible y no me importaba? ¿Qué es, en verdad, lo que importa cuando el amor se ha instalado en el quehacer cotidiano de uno? ¿Qué comer? ¿Qué película ver? ¿Qué día ir a la casa de? No lo sé. En cualquier caso, la ropa no. Y si supieras el tiempo que me lleva elegir ahora, antes de salir, la ropa con la que voy a hacerlo.
Yo nunca te dije que, cuando estábamos en el agua, a mí me daba un poco de miedo que te fueras tan lejos, que pudieras ahogarte, que no supieras volver. Entonces un poco te retaba, te decía que volvieras. Lo hacíamos para tocarnos debajo del agua, y reírnos de esa obscenidad a tan pocos metros de la gente. A mí siempre me aburrió ir al muelle, igual no decía nada. ¿Qué otra cosa se podía hacer en la costa, más que caminar por la playa, remojar los pies en el mar, comer pescado? Mi rito recurrente, cuando llego al mar, es otro: quitarme los zapatos y sentarme a contemplar el todo del mar (¡otra vez con el todo!). Me quedo quieto unos buenos segundos. A veces rezo un Padrenuestro. Y respirar… respirar ese olor a pescado, a sal, a yodo.
Ahora pienso en esa foto como cuando miro las fotos de mi infancia. Están los nonos, los tíos… todos muertos. Pienso en las fotos, o agarro algunas, cuando están por llegar las Fiestas. El año pasado me quedé en Buenos Aires para el 31. No quise ir a casa de la tía de mi cuñada. Les dije a mi papá y a mi mama: Vayan ustedes. Fue decirlo como quien dice salto al vacío, porque no iba a pasar el 31 solo. Mi papá me dijo que de ninguna manera, que la pasaba con él, que se le había metido la idea de que ese era el último año de su vida. A mí eso me asustó un poco. Al final, la pasamos los tres: con mi mamá y mi papá. Mi viejo me abrazó fuerte cuando dieron las doce, y me dijo al oído: No sabés lo que lloré este año por vos. Y sí, nos asustamos. A mí el susto me duró casi un año. El susto del retoño. Para dar nuevos retoños, debí primero marchitarme y morir.
¿Cuánto dura una vida? ¿Lo que dura el amor? Eso me lo enseñaron de chiquito. No hay mayor amor que dar la vida, cantábamos a los 12, 13 años.
Como vienen a romper las olas contra la escotilla, así se rompió la caja de vidrio en la que te había puesto. Te había guardado en la fragilidad de esa caja, y aunque te puse las franelas y los papeles del embalaje, igualmente se rompió. Fue largo el trabajo de recomposición. Me dediqué día a día a pegar cada uno de esos vidrios (casi astillas) rotos.
El mar se parece a esto que te cuento en vano. Va y viene; las olas suben y bajan, remueven y limpian. No te creas que he vuelto a Gesell. No creo que vuelva. Menos ahora que es verano. Y a nosotros nunca nos gustó viajar en temporada.
Diego Di Vincenzo nació en la ciudad de Buenos Aires. Desde hace 15 años trabaja en la actividad editorial: ha pasado por Ediciones Santillana, por la tradicional Editorial Estrada (donde fue Editor general) y, actualmente, por Kapelusz editora, en la que se desempeña como Gerente de Contenidos y Marketing en el área de Educación.
UNA FOTO
¿Qué año habrá sido? ¿2002, 2003? Estamos en un alto del camino. ¿Quién sacó la foto? Es un plano medio, o tal vez, un cuarto (dado un cuerpo, se lo divide imaginariamente en cuatro, y la imagen capta uno de los cuatro cuartos).
Estábamos caminando por la playa. Habríamos llegado unos minutos antes. Vino esa foto a darme en los ojos una de esas tardes de mudanza. El lugar de esa foto, como el lugar que dejé por la mudanza, ya no me pertenece. (“Pertenecer” aquí quiere decir: propio por frecuencia. Un lugar me pertenece en la medida en que lo frecuento, en que lo hago propio, de modo que debí marchitar una parte de este pobre cuerpo mío para quitar esos lugares y para quitarte junto con ellos. Marchitar no es más que pudrirse, dejar morir).
Gesell, esa playa de Gesell, la de Prefectura, fue nuestra salida de fin de semana largo.
Cargué tantas veces mi auto con amigos tuyos y míos, hermanos, sobrinos y otros amigos. Manejar en la ruta es aburrido. Me dabas mate, alguna medialuna. Y un prolongado canto. Siempre cantábamos marchas patrias, zambas entrañables y tangos de ocasión. Dos veces fundí el auto yendo a Gesell: no podía bajar de los 140. Una vez, lo fundí apenas salimos, ni bien llegábamos a la rotonda de Pinamar. Conseguimos un remolque que nos costó 200 pesos, y el viaje se hizo largo. ¿Sabés que en otras ocasiones, ir al mar o a Córdoba, por ejemplo (yendo sin vos, digo), quiso decir temblor? De pronto, el cuerpo, las manos empezaron a temblarme, y el temblor no me dejaba agarrar un Rivotril. Ahora retoño un cuerpo nuevo y tiemblo menos.
De tanto en tanto pienso, un poco motivado por el frenesí musical, que “toda mi vida es el ayer que me detiene en el pasado”. Y me enojo. Me enoja el “todo” de “toda mi vida”. O el de “era para mí la vida entera”, que es una manera de decir: “toda la vida”.
En la foto estamos muy parecidos. Los dos con anteojos, los dos más gordos que ahora (yo, más gordo que ahora). De vos no sé casi nada hace más de un año. Hace poco, un amigo me contó que te vio, y yo hubiera preferido que no me contara nada porque esa misma noche te soñé girando de belleza, y en el sueño quería tocarte la espalda como te la tocaba siempre, fascinado por la tersura de una piel tan agradable al tacto. Y vos no me dejabas. Me decías que mejor no, que para qué.
En la foto tengo una camisa de cuadros que es fea. ¿Por qué me ponía esa camisa horrible y no me importaba? ¿Qué es, en verdad, lo que importa cuando el amor se ha instalado en el quehacer cotidiano de uno? ¿Qué comer? ¿Qué película ver? ¿Qué día ir a la casa de? No lo sé. En cualquier caso, la ropa no. Y si supieras el tiempo que me lleva elegir ahora, antes de salir, la ropa con la que voy a hacerlo.
Yo nunca te dije que, cuando estábamos en el agua, a mí me daba un poco de miedo que te fueras tan lejos, que pudieras ahogarte, que no supieras volver. Entonces un poco te retaba, te decía que volvieras. Lo hacíamos para tocarnos debajo del agua, y reírnos de esa obscenidad a tan pocos metros de la gente. A mí siempre me aburrió ir al muelle, igual no decía nada. ¿Qué otra cosa se podía hacer en la costa, más que caminar por la playa, remojar los pies en el mar, comer pescado? Mi rito recurrente, cuando llego al mar, es otro: quitarme los zapatos y sentarme a contemplar el todo del mar (¡otra vez con el todo!). Me quedo quieto unos buenos segundos. A veces rezo un Padrenuestro. Y respirar… respirar ese olor a pescado, a sal, a yodo.
Ahora pienso en esa foto como cuando miro las fotos de mi infancia. Están los nonos, los tíos… todos muertos. Pienso en las fotos, o agarro algunas, cuando están por llegar las Fiestas. El año pasado me quedé en Buenos Aires para el 31. No quise ir a casa de la tía de mi cuñada. Les dije a mi papá y a mi mama: Vayan ustedes. Fue decirlo como quien dice salto al vacío, porque no iba a pasar el 31 solo. Mi papá me dijo que de ninguna manera, que la pasaba con él, que se le había metido la idea de que ese era el último año de su vida. A mí eso me asustó un poco. Al final, la pasamos los tres: con mi mamá y mi papá. Mi viejo me abrazó fuerte cuando dieron las doce, y me dijo al oído: No sabés lo que lloré este año por vos. Y sí, nos asustamos. A mí el susto me duró casi un año. El susto del retoño. Para dar nuevos retoños, debí primero marchitarme y morir.
¿Cuánto dura una vida? ¿Lo que dura el amor? Eso me lo enseñaron de chiquito. No hay mayor amor que dar la vida, cantábamos a los 12, 13 años.
Como vienen a romper las olas contra la escotilla, así se rompió la caja de vidrio en la que te había puesto. Te había guardado en la fragilidad de esa caja, y aunque te puse las franelas y los papeles del embalaje, igualmente se rompió. Fue largo el trabajo de recomposición. Me dediqué día a día a pegar cada uno de esos vidrios (casi astillas) rotos.
El mar se parece a esto que te cuento en vano. Va y viene; las olas suben y bajan, remueven y limpian. No te creas que he vuelto a Gesell. No creo que vuelva. Menos ahora que es verano. Y a nosotros nunca nos gustó viajar en temporada.
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lunes, febrero 07, 2011
Nota en Ecos Diarios sobre Hotel Quequén IV- SUBMARINO
En la foto: Encuentro en Quequén, 2008 (Teresa Arijón, Daniel Chirom, Juan Manuel Alegre, Mariana Docampo, Enrique Solinas, Daniel Freidemberg, Susana Cella, Cristina Piña, Paula Jimenez, Elba Serafini, Mercedes Araujo, Claudia Masin, Carlos Aldazabal, Antonio Jorge, Fabian Albelo y más...)
Nota Ecos Diarios, domingo 6 de febrero de 2011:
http://www.ecosdiariosweb.com.ar/index.php?option=com_content&view=article&id=7312:lectura-en-la-playa-&catid=15:brisas&Itemid=8
Nota Ecos Diarios, domingo 6 de febrero de 2011:
http://www.ecosdiariosweb.com.ar/index.php?option=com_content&view=article&id=7312:lectura-en-la-playa-&catid=15:brisas&Itemid=8
miércoles, febrero 02, 2011
Hotel Quequén IV, Submarino
Hotel Quequén IV – Submarino
Presentación y lecturas
Sábado 19 de febrero de 2011, Quequén
Enrique Butti,
Susana Cella,
Daniel Freidemberg,
Carlos Bernatek
Cristina Piña,
Cecilia Romana,
Elba Serafini
Diego Bentivegna
Diego Di Vincenzo
Mercedes Araujo
Daniel Del Percio
Juan Bautista García Bazán
Marina Serrano
Estadía:
Monte Pasubio, Surf Camp. Av. 502 y 529. Quequén. Tel 02262-451482
La Chiruza, calle 504 y 535. Quequén
Duración del evento:
Las lecturas oficiales son sábado y domingo, como los eventos anteriores.
Traslados:
Los servicios de ómnibus desde Retiro:
Plusmar: el mejor, y más cómodo http://www.plusmar.com.ar/
Estrella Condor: http://www.condorestrella.com.ar/
Río Paraná: suele ser más barato, y menos cómodo.
Presentación y lecturas
Sábado 19 de febrero de 2011, Quequén
Enrique Butti,
Susana Cella,
Daniel Freidemberg,
Carlos Bernatek
Cristina Piña,
Cecilia Romana,
Elba Serafini
Diego Bentivegna
Diego Di Vincenzo
Mercedes Araujo
Daniel Del Percio
Juan Bautista García Bazán
Marina Serrano
Visión de Estepona
Fotografía: Gastón Guzman
(gracias Gastón por imagen de tapa de Hotel Quequén IV!!)
Estadía:
Monte Pasubio, Surf Camp. Av. 502 y 529. Quequén. Tel 02262-451482
La Chiruza, calle 504 y 535. Quequén
Duración del evento:
Las lecturas oficiales son sábado y domingo, como los eventos anteriores.
Traslados:
Los servicios de ómnibus desde Retiro:
Plusmar: el mejor, y más cómodo http://www.plusmar.com.ar/
Estrella Condor: http://www.condorestrella.com.ar/
Río Paraná: suele ser más barato, y menos cómodo.
martes, enero 18, 2011
Hotel Quequén IV, Submarino
En el sótano (secreto) de este hotel funcionó la primera ruleta del país; por las noches, prestigiosos caballeros del siglo pasado apostaron clandestinamente mientras sus familias, ignorantes, gozaban el sueño pesado de un día de playa. Hoy, lejos de ese tiempo y en el mismo umbral, otras voces (contemporáneas pero igualmente enclaustradas) discuten, reflexionan y urden una trama: filosófica, narrativa, histórica, poética. Trama que llega, sin cortes ni correcciones, a imprimirse en este cuarto volumen de Hotel Quequén, Submarino. Un conjunto de ideas casi desapercibidas cuyo destino resultará, quizá, tan azaroso y arriesgado como el de aquellos pretéritos entretenimientos de sótano: la entrega amorosa a un lector dilecto.
Hotel Quequén IV. Submarino (sigamos enamoradas 2011)
Género: poesía, narrativa, ensayo filosófico.
Autores: Carlos Bernatek, Cristina Piña, Daniel Freidemberg, Susana Cella, Mercedes Araujo, Diego Bentivegna, Diego Di Vincenzo, Juan Bautista García Bazán, Enrique Butti, Cecilia Romana, Elba Serafini, Marina Serrano.
Lectura y presentación del libro: Balneario Monte Pasuvio, 19 de febrero, 2011. Quequén
miércoles, mayo 20, 2009
Julio de Presentación
Martes, 14 de Julio, 19 hs
Presentación:
Hotel Quequén III. Mosaico poético latinoamericano.
Cecilia Romana.
Viaggio in Italia. Ocho poetas italianos contemporáneos
Diego Bentivegna.
Cuaderno del no hacer nada
Roberto Malatesta
Guiraud Libros, Cnel. Diaz 1942 (a una cuadra de Honduras)
Presentación:
Hotel Quequén III. Mosaico poético latinoamericano.
Cecilia Romana.
Viaggio in Italia. Ocho poetas italianos contemporáneos
Diego Bentivegna.
Cuaderno del no hacer nada
Roberto Malatesta
Guiraud Libros, Cnel. Diaz 1942 (a una cuadra de Honduras)
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viernes, abril 17, 2009
Juan Manuel Roca - Hotel Quequén III
TESTAMENTO DEL PINTOR CHINO
Cuando el sobrio Emperador
Me conminó a borrar del cuadro una cascada,
-El chapoteo incesante espantaba su sueño-
Como buen cortesano obedecí
Y esfumé su torrente.
Sin embargo,
Oculté tras el dibujo de un cerezo
Una rana de croa
Y que el anciano Emperador confunde
Con su agitado corazón.
En un biombo de lino me pinté a mí mismo
Al momento de dibujar un caballo.
Una noche después
Espanté con el pincel el caballo,
Pues no soportaba sus relinchos.
Pronto borraré mi crepuscular figura del óleo,
-Emperador de mi cuerpo-
Y sabrán que es de la misma materia
La ausencia de un hombre o de un caballo.
JUAN MANUEL ROCA
Nació en Medellín, en 1946. Es poeta, periodista, ensayista. Coordina, desde hace 17 años, uno de los talleres de poesía que ofrece la Casa Silva. En 1997 la Universidad del Valle le otorgó el título Honoris Causa en Literatura. Ha obtenido varios premios nacionales de poesía (Premio Eduardo Cote Lamus y Universidad de Antioquia); de periodismo (Premio Simón Bolívar) y de cuento (Universidad de Antioquia). Dirige el periódico cultural La sangrada escritura. Ha realizado libros en compañía de artistas plásticos como Augusto Rendón, Antonio Samudio, Fabián Rendón, José Antonio Suárez, Darío Villegas y Patricia Durán.
Algunos de sus libros publicados son: Memoria del agua (1973); Luna de ciegos (1975); Los ladrones nocturnos (1977); Señal de cuervos (1979); Fabulario real (1980); Antología poética (1983); País secreto (1987); Ciudadano de la noche (1989); Luna de ciegos -antología- (1990); Pavana con el diablo (1990); Prosa reunida (1993), Lugar de apariciones (2000); Los cinco entierros de Pessoa (2001) y Arenga del que sueña (2002), Cartografía memoria (ensayos en torno a la poesía) (2003), Esa maldita costumbre de morir (novela, 2003); Diccionario de anarquistas de emergencia, junto con Ivan Darío Álvarez (2008) y Testamentos (poesía, 2008). Recibió el Premio Nacional de Poesía 2004 del Ministerio de Cultura; el Premio por reconocimiento José Lezama Lima, otorgado por Casa de las Américas, en La Habana, Cuba, en 2007 y el Premio Poetas del Mundo Latino Víctor Sandoval, en México, en el mismo año.
Cuando el sobrio Emperador
Me conminó a borrar del cuadro una cascada,
-El chapoteo incesante espantaba su sueño-
Como buen cortesano obedecí
Y esfumé su torrente.
Sin embargo,
Oculté tras el dibujo de un cerezo
Una rana de croa
Y que el anciano Emperador confunde
Con su agitado corazón.
En un biombo de lino me pinté a mí mismo
Al momento de dibujar un caballo.
Una noche después
Espanté con el pincel el caballo,
Pues no soportaba sus relinchos.
Pronto borraré mi crepuscular figura del óleo,
-Emperador de mi cuerpo-
Y sabrán que es de la misma materia
La ausencia de un hombre o de un caballo.
JUAN MANUEL ROCA
Nació en Medellín, en 1946. Es poeta, periodista, ensayista. Coordina, desde hace 17 años, uno de los talleres de poesía que ofrece la Casa Silva. En 1997 la Universidad del Valle le otorgó el título Honoris Causa en Literatura. Ha obtenido varios premios nacionales de poesía (Premio Eduardo Cote Lamus y Universidad de Antioquia); de periodismo (Premio Simón Bolívar) y de cuento (Universidad de Antioquia). Dirige el periódico cultural La sangrada escritura. Ha realizado libros en compañía de artistas plásticos como Augusto Rendón, Antonio Samudio, Fabián Rendón, José Antonio Suárez, Darío Villegas y Patricia Durán.
Algunos de sus libros publicados son: Memoria del agua (1973); Luna de ciegos (1975); Los ladrones nocturnos (1977); Señal de cuervos (1979); Fabulario real (1980); Antología poética (1983); País secreto (1987); Ciudadano de la noche (1989); Luna de ciegos -antología- (1990); Pavana con el diablo (1990); Prosa reunida (1993), Lugar de apariciones (2000); Los cinco entierros de Pessoa (2001) y Arenga del que sueña (2002), Cartografía memoria (ensayos en torno a la poesía) (2003), Esa maldita costumbre de morir (novela, 2003); Diccionario de anarquistas de emergencia, junto con Ivan Darío Álvarez (2008) y Testamentos (poesía, 2008). Recibió el Premio Nacional de Poesía 2004 del Ministerio de Cultura; el Premio por reconocimiento José Lezama Lima, otorgado por Casa de las Américas, en La Habana, Cuba, en 2007 y el Premio Poetas del Mundo Latino Víctor Sandoval, en México, en el mismo año.
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Juan Manuel Roca
lunes, marzo 23, 2009
Hotel Quequén III

EN LA TERCERA HABITACIÓN: POESÍA
Tres libros que pertenecen a una misma saga o, mejor aun, que se
nuclean bajo un mismo nombre, el nombre de un hotel: Quequén.
No hay que desviarse del camino que evoca la palabra, porque un
hotel es donde se alberga a los pasajeros, a los viajantes amigos o
desconocidos, donde se ofrece hospitalidad al peregrino que llega
cansado y tiene más para dar que para recibir por el derrotero que
lo antecede y por el fin que persigue. Hubo dos volúmenes anteriores
intitulados de igual forma. Ambos fueron antologías: uno,
de poesía reciente; otro, de narrativa; los dos, de autores argentinos.
Esta vez, la cita sirve para retomar idéntico espíritu de reuni
ón, pero con una firme intención de franquear los límites de
nuestro país. En este tercer tomo, el hotel literario aloja a poetas
de Latinoamérica y conforma un recorte que termina por ajustarse
al dibujo del mosaico que le da nombre.
Veamos cómo está conformada esta selección que incluye un
poeta por cada país, a saber: Alejandro Nicotra, por Argentina;
Eduardo Mitre, por Bolivia; Juan Manuel Roca, por Colombia;
Rodrigo Soto, por Costa Rica: Sigfredo Ariel, por Cuba; Germán
Carrasco, por Chile; Edwin Madrid, por Ecuador; Gisela López,
por Guatemala; Marco Antonio Campos, por México; Danilo
López, por Nicaragua; Susy Delgado, por Paraguay; Miguel Ángel
Zapata, por Perú; Vanessa Droz, por Puerto Rico y, finalmente,
Silvia Guerra, por Uruguay. Catorce apellidos, catorce formas
poéticas heterogéneas, catorce vivencias del paisaje y la realidad
que se plasman inconmensurablemente, catorce diversidades que
habitan por única vez el mismo edificio de un libro....
CECILIA ROMANA
Santa Fe, febrero de 2009
Tres libros que pertenecen a una misma saga o, mejor aun, que se
nuclean bajo un mismo nombre, el nombre de un hotel: Quequén.
No hay que desviarse del camino que evoca la palabra, porque un
hotel es donde se alberga a los pasajeros, a los viajantes amigos o
desconocidos, donde se ofrece hospitalidad al peregrino que llega
cansado y tiene más para dar que para recibir por el derrotero que
lo antecede y por el fin que persigue. Hubo dos volúmenes anteriores
intitulados de igual forma. Ambos fueron antologías: uno,
de poesía reciente; otro, de narrativa; los dos, de autores argentinos.
Esta vez, la cita sirve para retomar idéntico espíritu de reuni
ón, pero con una firme intención de franquear los límites de
nuestro país. En este tercer tomo, el hotel literario aloja a poetas
de Latinoamérica y conforma un recorte que termina por ajustarse
al dibujo del mosaico que le da nombre.
Veamos cómo está conformada esta selección que incluye un
poeta por cada país, a saber: Alejandro Nicotra, por Argentina;
Eduardo Mitre, por Bolivia; Juan Manuel Roca, por Colombia;
Rodrigo Soto, por Costa Rica: Sigfredo Ariel, por Cuba; Germán
Carrasco, por Chile; Edwin Madrid, por Ecuador; Gisela López,
por Guatemala; Marco Antonio Campos, por México; Danilo
López, por Nicaragua; Susy Delgado, por Paraguay; Miguel Ángel
Zapata, por Perú; Vanessa Droz, por Puerto Rico y, finalmente,
Silvia Guerra, por Uruguay. Catorce apellidos, catorce formas
poéticas heterogéneas, catorce vivencias del paisaje y la realidad
que se plasman inconmensurablemente, catorce diversidades que
habitan por única vez el mismo edificio de un libro.
CECILIA ROMANA
Santa Fe, febrero de 2009
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martes, abril 29, 2008
A la lista, la lista, la foto, la lista!!!
Amantes del TC, del Rally, de los kartings, del TC pista, de las picadas, aquí Cosquín:
Gracias Nicolás Peyceré!
Gracias Daniel Freidemberg, Susana Cella, Diego Bentivegna.
Gracias Carlos Bernatek, Fernando Callero, Daniel Durand.
Gracias Claudia Masín, Mercedes Araujo, Mariana Docampo, Teresa Arijón, Elba Serafini.
Y a los amigos que siempre están con nosotras (Flor, Rolo,Ada, Ana Teresa, Juan Manuel, Silvia, Diegos...) Gracias.
Hotel Quequén II. Narrativa. También está disponible en Librería El Astillero (Scalabrini Ortíz y Santa Fe)
viernes, abril 25, 2008
Mañana te espero Juana a tomar...
Mañana...
te espero Juana
a tomar el té [daikiris, cocas, vinos ]
te juro Juana que tengo
ganas de verte la punta el´pie.
[Mañana Fernando Callero y Cecilia Romana cantan a duo. Mañana presentaremos en sociedad un nuevo miembro de sigamos enamoradas: Hotel Quequén II. Narrativa. Mañana viene Nicolás Peyceré, Susana Cella, Daniel Freidemberg, Daniel Chiróm, Hebe Uhart, Carlos Bernatek, Elba Serafini, Mercedes Araujo, Claudia Masin, Teresa Arijón, Mariana Docampo]
Mañana...mañana (21horas)
te espero Juana
a tomar el té,
te juro Juana...

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jueves, abril 10, 2008
sábado, marzo 29, 2008
Presentación: "Hotel Quequén II. Narrativa"
sigamos enamoradas
invita
a la presentación de su nuevo libro:
Hotel Quequén II. Narrativa.
Cuentos de Luis Gusmán, Hebe Uhart, Carlos Bernatek, Susana Cella, Fernando Callero, Enrique Butti, y Marina Serrano.
Editado por Cecilia Romana.
Sábado, 19 de abril de 2008. Villate 1409. Olivos.
Hotel Quequén II. Narrativa.
Cuentos de Luis Gusmán, Hebe Uhart, Carlos Bernatek, Susana Cella, Fernando Callero, Enrique Butti, y Marina Serrano.
Editado por Cecilia Romana.
Sábado, 19 de abril de 2008. Villate 1409. Olivos.

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martes, marzo 18, 2008
Poesía en Quequén
Por Juan Manuel Alegre
http://www.leedor.com/
La poesía en esta posmodernidad es como un amuleto extravagante sobre la que todo el mundo habla o no. Y los poetas una especie en peligro. Los días 16 y 17 de febrero mas de 45 poetas se reunieron en Quequén, Provincia de Buenos Aires, en un Encuentro frente al océano,
Quequén, Poesía: Playa o Faro.
No tienen santo y seña. Los poetas están ahí como testigos, como gestores, mediadores, sin servidumbres ni con altanerías.Eso pensaba cuando recibí la invitación para ir al encuentro de poetas en Quequén por parte de la inefable Marina S.
Los días 16 y 17 de febrero, frente al océano, mas de 45 poetas leyeron, otros entonaron y los menos cantaron, sus creaciones a las personas que salían del agua fría buscando el abrazo del sol, a los que se miraban de reojo y se decían todo, a los que tomaban mate, a los que leían, a los que compartían, a los que no se animaron a mostrar lo suyo. Vacaciones. Gente de vacaciones.Entonces un poema puede llevarte a conocer ese universo de acciones subjetivas, como rampas hacia el mundo de la vida misma. Como radares que captan lo que nadie ve por ser tan sencillo o porque está absolutamente naturalizado en nuestra cotidianeidad.O sea que el poeta es un mirador de la realidad, no es un profeta ni un mesías. La poesía en esta posmodernidad es como un amuleto extravagante sobre la que todo el mundo habla o no. Y los poetas una especie en peligro.
Estuvieron el provocador Daniel Freidenberg, la hipnotizadora Graciela Chela y Daniel Chirón, como un rayo.
Hubo otros y otras. Entretejieron palabras, enhebraron imágenes. Como una fuente llena de frutas que había que saborear: algunos de mucho color y sabor amargo, otros con una pelusa que engañaba porque adentro eran pura miel, otros con la fealdad de los tubérculos pero gratos en el paladar.La poesía es más que un sabor. Pero es tan intangible como eso que queda y que se recuerda porque para eso estuvo. Lo otro es olvidable. Como una naranja o una manzana en un licuado multifrutal.En un intento por trascender la mirada del frutero, entre lo visto, lo representado y lo escuchado. Se pueden pensar algunas categorías para explicar un poco más el alma del evento. Pura subjetividad, sino no podría.
...sigue.
http://www.leedor.com/
La poesía en esta posmodernidad es como un amuleto extravagante sobre la que todo el mundo habla o no. Y los poetas una especie en peligro. Los días 16 y 17 de febrero mas de 45 poetas se reunieron en Quequén, Provincia de Buenos Aires, en un Encuentro frente al océano,
Quequén, Poesía: Playa o Faro.
No tienen santo y seña. Los poetas están ahí como testigos, como gestores, mediadores, sin servidumbres ni con altanerías.Eso pensaba cuando recibí la invitación para ir al encuentro de poetas en Quequén por parte de la inefable Marina S.
Los días 16 y 17 de febrero, frente al océano, mas de 45 poetas leyeron, otros entonaron y los menos cantaron, sus creaciones a las personas que salían del agua fría buscando el abrazo del sol, a los que se miraban de reojo y se decían todo, a los que tomaban mate, a los que leían, a los que compartían, a los que no se animaron a mostrar lo suyo. Vacaciones. Gente de vacaciones.Entonces un poema puede llevarte a conocer ese universo de acciones subjetivas, como rampas hacia el mundo de la vida misma. Como radares que captan lo que nadie ve por ser tan sencillo o porque está absolutamente naturalizado en nuestra cotidianeidad.O sea que el poeta es un mirador de la realidad, no es un profeta ni un mesías. La poesía en esta posmodernidad es como un amuleto extravagante sobre la que todo el mundo habla o no. Y los poetas una especie en peligro.
Estuvieron el provocador Daniel Freidenberg, la hipnotizadora Graciela Chela y Daniel Chirón, como un rayo.
Hubo otros y otras. Entretejieron palabras, enhebraron imágenes. Como una fuente llena de frutas que había que saborear: algunos de mucho color y sabor amargo, otros con una pelusa que engañaba porque adentro eran pura miel, otros con la fealdad de los tubérculos pero gratos en el paladar.La poesía es más que un sabor. Pero es tan intangible como eso que queda y que se recuerda porque para eso estuvo. Lo otro es olvidable. Como una naranja o una manzana en un licuado multifrutal.En un intento por trascender la mirada del frutero, entre lo visto, lo representado y lo escuchado. Se pueden pensar algunas categorías para explicar un poco más el alma del evento. Pura subjetividad, sino no podría.
...sigue.
jueves, febrero 28, 2008
Esto es puro cuento
Mi tío de Lima.
Por Hebe Uhart.
¿Con quién vives ti?
–Con mi mamá, mi papá y mi abuelita-dije.
–Ve a llamar a tu mamá, ¿quieres? Dile que vino José Mazzini de Lima.
Observé que la fórmula peruana para pedir una cosa era diferente : él no quería decir si yo quería ir a llamar a mi mamá, era como si dijera: “Quiero que llames a tu mamá con tu consentimiento”, pero disentir era imposible.
La voz era rica, plena, suave. No era una voz de argentino. Era como si brotara de algún lugar profundo dentro de él y como si vibrara un poquito en su cuerpo.
–¡Vino José Mazzini de Lima!
–Abrí la puerta del comedor –dijo mi mamá.
Ella se acomodó el pelo y acomodó una silla. Estaba nerviosa: hacía 40 años había llegado el tío Pipotto de Lima justo el día en que se escaparon los chanchos. Ahora este tío y el comedor estaba desordenado,
–¡Sacá esos trapos! ¡No servís para nada!
Habitualmente esa observación me irritaba, pero esa vez no me afectó; venía un pariente de Lima y por eso mismo iba a esconder los trapos en un lugar insólito: detrás de un jarrón de porcelana; ojalá que se asomaran un poco.
Finalmente mi mamá salió, ya con cara de recibir visita. La cara de visita era para todos igual: afable, cortés, casi siempre desenvuelta, como si de antemano descontara que iba a recibir un gran placer. Con esa misma cara recibía a una amiga íntima y también a la señora de Bastión, que tenía un hijo mogólico de 40 años y explicaba minuciosamente cómo le cortaba la carne en pedacitos para que no se atragantara. Salió a la calle y dijo:
–¿Qué tal? –como si lo hubiera visto hace un año. Mi tío de Lima, con la voz un poco emocionada, con un leve matiz de duda para que la emoción fuera después más plena y el encuentro más histórico, le dijo:
–Tú eres Emilia, ¿ya?
–Y tú José -dijo mi mamá hablando de tú seguramente por contagio. Nunca la había oído hablar de t y pensé que a lo mejor lo haría en otras oportunidades que yo desconocía.
Se abrazaron y José tenía los ojos brillosos. Entonces mi mamá dijo:
–A ver…Vos sos hijo de Cayetano.
–No –dijo-, de Juanito. Cayetano tuvo dos hijos: uno volvió a Italia y el segundo, Marcos…
–Pero es cierto –dijo mi mamá un poco fastidiada porque se había equivocado- ¡Qué tonta! Si sos hermano de…
Cuando se estableció bien la filiación, lo invitó al comedor a sentarse en unas sillas duras, altas e incómodas. Mi tío de Lima se sentó sin reparar en ellas como si una silla fuera un obstáculo útil para sentarse, y siguió muy emocionado.
–¿Y la tía Teresa? –dijo.
No dijo “la tía”, dijo algo así como “la zia”. Claro, resulta que era sobrino de mi abuela. Pero mi abuela estaba en su pieza, sentada en su cama rezando, acomodando todas las estampitas como para un solitario y no sabía que había venido un sobrino. Ella acomodaba todas las estampitas sobre la cama, les rezaba y las cambiaba de lugar de acuerdo con algún orden.
Ella rezaba para todos, pero quién sabe si se acordaba de ese sobrino.
Mi mamá dijo:
–Un momentito, le voy a avisar. Quedate con el tío José.
El tío José me sonrió y me contó cómo había venido.
Mi mamá no fue alborozada a decirle a mi abuela que había venido José; fue para ver si la abuela tenía las estampitas en orden sobre la frazada y para peinarla. Con el apuro, el peinado y es precipitación, mi abuela no entendía de qué se trataba. Sólo que era alguien de Lima. Mi abuela hizo un gesto como diciendo: “Justo ahora”. Estaba por la oración de San Francisco. Estaba atrasada en el rezo y ya venía atrasada del día anterior. Además quería estar con cierta majestad en la cama y sentía en ese momento que no tenía ninguna majestad, se sentía un poco débil. Mi mamá le puso colonia y mi abuela revivió. Le pidió a mi mamá que saliera y la dejara sola un minuto para prepararse para la visita. Mi abuela era imperiosa; tenía la nariz larga y afilada y la mandíbula sobresaliente; llevaba la boca siempre apretada y era flaca. Ella decía siempre:
–Pónelo cua. Pónelo la. Torna cuesto. Porta vía. Mete cuesto in la. Guarda cua. Tapa il sole. Ve in casa. Prego, levanta la stampa. Sta in calma.
Después entró mi tío de Lima a la pieza de mi abuela, y otra vez la filiación. Con mi abuela fue más largo el asunto; dijo que sí, que comprendía, pero me parece que dijo que entendía porque ya iba para largo. La verdad es que mi abuela, por tratarse de ella, hizo mucha alharaca. Ella también tenía una voz para las visitas y una amabilidad distinta, pero siempre como si el centro fuera ella. Ella sabía que era una anciana venerable que había vivido y trabajado duramente: no
esperaba más que laureles y siempre cosechaba laureles y rosas de las visitas. Pero esta vez era diferente: le pidió a mi mamá estar a solas con su sobrino de Lima y mi mamá vio la parte práctica del asunto, que era hacer la comida, mandarme al almacén, etc. Todo esto era normal. Lo que no era normal era lo que se oía desde la pieza de mi abuela. MI abuela lloraba con la voz quebrada, como si le hubiera salido una voz finita, de viejita femenina, con agudos estridentes que nunca le había escuchado.
–Con mi mamá, mi papá y mi abuelita-dije.
–Ve a llamar a tu mamá, ¿quieres? Dile que vino José Mazzini de Lima.
Observé que la fórmula peruana para pedir una cosa era diferente : él no quería decir si yo quería ir a llamar a mi mamá, era como si dijera: “Quiero que llames a tu mamá con tu consentimiento”, pero disentir era imposible.
La voz era rica, plena, suave. No era una voz de argentino. Era como si brotara de algún lugar profundo dentro de él y como si vibrara un poquito en su cuerpo.
–¡Vino José Mazzini de Lima!
–Abrí la puerta del comedor –dijo mi mamá.
Ella se acomodó el pelo y acomodó una silla. Estaba nerviosa: hacía 40 años había llegado el tío Pipotto de Lima justo el día en que se escaparon los chanchos. Ahora este tío y el comedor estaba desordenado,
–¡Sacá esos trapos! ¡No servís para nada!
Habitualmente esa observación me irritaba, pero esa vez no me afectó; venía un pariente de Lima y por eso mismo iba a esconder los trapos en un lugar insólito: detrás de un jarrón de porcelana; ojalá que se asomaran un poco.
Finalmente mi mamá salió, ya con cara de recibir visita. La cara de visita era para todos igual: afable, cortés, casi siempre desenvuelta, como si de antemano descontara que iba a recibir un gran placer. Con esa misma cara recibía a una amiga íntima y también a la señora de Bastión, que tenía un hijo mogólico de 40 años y explicaba minuciosamente cómo le cortaba la carne en pedacitos para que no se atragantara. Salió a la calle y dijo:
–¿Qué tal? –como si lo hubiera visto hace un año. Mi tío de Lima, con la voz un poco emocionada, con un leve matiz de duda para que la emoción fuera después más plena y el encuentro más histórico, le dijo:
–Tú eres Emilia, ¿ya?
–Y tú José -dijo mi mamá hablando de tú seguramente por contagio. Nunca la había oído hablar de t y pensé que a lo mejor lo haría en otras oportunidades que yo desconocía.
Se abrazaron y José tenía los ojos brillosos. Entonces mi mamá dijo:
–A ver…Vos sos hijo de Cayetano.
–No –dijo-, de Juanito. Cayetano tuvo dos hijos: uno volvió a Italia y el segundo, Marcos…
–Pero es cierto –dijo mi mamá un poco fastidiada porque se había equivocado- ¡Qué tonta! Si sos hermano de…
Cuando se estableció bien la filiación, lo invitó al comedor a sentarse en unas sillas duras, altas e incómodas. Mi tío de Lima se sentó sin reparar en ellas como si una silla fuera un obstáculo útil para sentarse, y siguió muy emocionado.
–¿Y la tía Teresa? –dijo.
No dijo “la tía”, dijo algo así como “la zia”. Claro, resulta que era sobrino de mi abuela. Pero mi abuela estaba en su pieza, sentada en su cama rezando, acomodando todas las estampitas como para un solitario y no sabía que había venido un sobrino. Ella acomodaba todas las estampitas sobre la cama, les rezaba y las cambiaba de lugar de acuerdo con algún orden.
Ella rezaba para todos, pero quién sabe si se acordaba de ese sobrino.
Mi mamá dijo:
–Un momentito, le voy a avisar. Quedate con el tío José.
El tío José me sonrió y me contó cómo había venido.
Mi mamá no fue alborozada a decirle a mi abuela que había venido José; fue para ver si la abuela tenía las estampitas en orden sobre la frazada y para peinarla. Con el apuro, el peinado y es precipitación, mi abuela no entendía de qué se trataba. Sólo que era alguien de Lima. Mi abuela hizo un gesto como diciendo: “Justo ahora”. Estaba por la oración de San Francisco. Estaba atrasada en el rezo y ya venía atrasada del día anterior. Además quería estar con cierta majestad en la cama y sentía en ese momento que no tenía ninguna majestad, se sentía un poco débil. Mi mamá le puso colonia y mi abuela revivió. Le pidió a mi mamá que saliera y la dejara sola un minuto para prepararse para la visita. Mi abuela era imperiosa; tenía la nariz larga y afilada y la mandíbula sobresaliente; llevaba la boca siempre apretada y era flaca. Ella decía siempre:
–Pónelo cua. Pónelo la. Torna cuesto. Porta vía. Mete cuesto in la. Guarda cua. Tapa il sole. Ve in casa. Prego, levanta la stampa. Sta in calma.
Después entró mi tío de Lima a la pieza de mi abuela, y otra vez la filiación. Con mi abuela fue más largo el asunto; dijo que sí, que comprendía, pero me parece que dijo que entendía porque ya iba para largo. La verdad es que mi abuela, por tratarse de ella, hizo mucha alharaca. Ella también tenía una voz para las visitas y una amabilidad distinta, pero siempre como si el centro fuera ella. Ella sabía que era una anciana venerable que había vivido y trabajado duramente: no
esperaba más que laureles y siempre cosechaba laureles y rosas de las visitas. Pero esta vez era diferente: le pidió a mi mamá estar a solas con su sobrino de Lima y mi mamá vio la parte práctica del asunto, que era hacer la comida, mandarme al almacén, etc. Todo esto era normal. Lo que no era normal era lo que se oía desde la pieza de mi abuela. MI abuela lloraba con la voz quebrada, como si le hubiera salido una voz finita, de viejita femenina, con agudos estridentes que nunca le había escuchado.
Se estaba confidenciando. Era una voz de víctima y de prima dona, a veces de pajarito. José le decía “tía” como si la hubiera visto toda la vida y le preguntaba cosas en italiano con esa voz rica y peruana. MI abuela se había olvidado del italiano en a Argentina y siempre dijo que a ella Italia no le iba ni le venía. El italiano que ella hablaba era un idioma propio, una mezcla, y cuando tena que hablar con unas amigas italianas, decía todo que sí para abreviar, pero la mirad no entendía. Pero ahora con el sobrino ella quería hacerse entender y él le hablaba un italiano perfecto y ella lo entendía. No se oían órdenes ni aseveraciones como de costumbre. A veces parecían lamentos, recuerdos. La voz de él era serena, un poco grave. Oí que mi abuela le preguntó:
–¿Il tuo padre vive ancora?
Preguntó con una voz humilde y temerosa, pero ya más en confianza, no con voz amable de visita, sino como si fuera un sobrino que ella viera cada tanto.
–No –dijo él-, papá falleció en el 50. ¿A ver? Espera. Sí, digo bien, en el 50 porque…
Lo dijo en tono neutro, objetivo, como si recordara la fecha de la muerte de un presidente.
–Ah –dijo medio desconcertada mi abuela-. ¿Y Caetán?
–Caetán falleció de joven, cuando la fiebre amarilla, espera, a ver si me equivoco… pero no, fue en el 18 –sorprendido-. ¿No lo supiste, pues?
–¡Emilia, Emilia! –dijo mi abuela llamando a grandes voces a mi mamá-. ¡Ha morto Caetán!
Se echó a llorar tapándose la cara con las manos. Yo nunca la había visto llorar a mi abuela. Mi mamá estaba haciendo tallerines y a salsa se estaba por quemar.
–Y claro, mamá –dijo mi mamá-. ¿No te acordás de que ya avisaron? Yo tengo la idea de que avisaron.
Y le habló por lo bajo a José, diciéndole que a mi abuela le fallaba un poco la memoria. Mi abuela agarró la estampa de San Cayetano; como no veía casi nada hizo un esfuerzo para mirarlo bien a ver si era, y
mientras, lloraba, pero no ya con esos sollozos impactantes, sino que se le lloraba.
Después vino otra vez mi tío de Lima a comer a mi casa Ese día habían puesto un mantel de supergala que yo no había visto nunca puesto y la mejor vajilla. Yo jamás había visto todo el despliegue junto. Mi abuela se mostró amable, lo suficiente, y correctamente cariñosa.
Después que mi tío se fue, mi abuela, más imperiosa que de costumbre empezó a decir:
–Mételo cua. Guarda cuesto la. Súbito el trapo, ve.
Este cuento pertenece a la antología Camilo asciende. publicado en: La Nación.
Hebe Uhart: Premio Konex 2004: Cuento: Quinquenio 1999-2003. Nació en Moreno, Buenos Aires, en 1936. Novelista y narradora. Profesora de filosofía, egresada de la Universidad de Buenos Aires. Entre sus obras figuran Dios, San Pedro y las almas (1936), La gente de la casa rosa (1970), El budín esponjoso (1976), La luz de un nuevo día (1983), Mudanzas (novela, 1985), Camilo asciende (1986), Memorias de un pigmeo (1990), Guiando la hiedra (1997) y Señorita (relato, 1999). Libros publicados“Dios, San Pedro y las almas”, ed. Menhir, Rosario, 1962 (cuentos) “Epi, Epi, Pamma sabhactani”, ed. Goyanarte, Buenos Aires, 1963 (cuentos) “La gente de la casa rosa”, ed. Fabril, Buenos Aires, 1970 (cuentos) “El budín esponjoso”, ed. Cuarto Mundo, Buenos Aires, 1976 (cuentos) “Memorias de un pigmeo”, Buenos Aires, 1992 (relato) “La luz de un nuevo día”, ed. Centro Editor, Buenos Aires, 1983. “Camilo asciende”, ed. Torres Agüero, Buenos Aires, 1987 (novela corta) “Mudanzas”, ed. Bajo la luna nueva, Buenos Aires, 1995 (novela) Reedición en Ediciones de la Banda Oriental, Montevideo, 1996, y en Editorial Mondadori, Buenos Aires, 1998. “Guiando la hiedra”, ed. Simurq, Buenos Aires, 1997 (cuentos) “Señorita”, ed. Simurq, Buenos Aires, 1999 (novela breve)
Proximamente, "Hotel Quequén II. Narrativa", incluye un cuento de Hebe Uhart.
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