martes, agosto 29, 2006

Semana del Amor a Romana

Si señores, el viernes es el cumpleaños de Romana (la nena también cumple) y en su honor hemos declarado la "semana del amor a Romana" (valga la redundancia) periodo en el cual cartas apasionadas (dedicadas a nuestra susodicha homenajeada) pueden ser enviadas como comentarios al blog, piropos, puteadas, halagos e insultos tendrán la libertad para ser propinados cual flor del campo que arremete contra la maleza. A partir de este momento, pueden iniciarse las variaciones de temas habituales como: “Feliz, Feliz en tu día”, “happisverdi” o “tantiauguris”. Se reciben regalos en la sede de la Editorial, de preferencia libros, compactos, vinilos, MP3, lapiceras o biombos.
En fin, amigos, amigos, rindámosle culto a nuestra querida, adorada y, por que no menos, ilustre ídolo del pueblo. ¡Viva la Patria! y parafraseando a Mory, “Enemigos afuera”.

No olvidar

La diva Romana firmará libros el sábado en la librería Cúspide del Village Recoleta. También estarán Pedro Mairal, Eduardo Belgrano Rawson y otros "nenes" de la literatura argentina.
Una tarde a puro glamour...

Una pizca de Romana...


En su pelo de bisonte me revuelco como una hembra. Tenía quince años. Él tenía veintiuno, pero nos fue dado el hallazgo apenas dos meses atrás. Lejos de la filial de Letrán, donde la Purísima y Santa Rita de Casia todo lo miden. Mis dedos miden: un centímetro igual a un kilómetro ¿Quién de los dos atizará el fuego? ¿Quién asignará los lugares en la mesa? Dijo: ceno con mi padre, después regreso. Así mi contrincante cayó sobre las baldosas de un pueblo púgil y reconquistador. Yaguarón, Punta de Fanfa: competidores que sopesaron mis muslos bajo el dobok impecable. Hombres que pretendieron fotografiarse conmigo. Y él, orador en los umbrales ante el portento tribal de las celebraciones. Él es el hueso de mi vientre. El que no acierta con la herramienta capaz de nivelar el sendero en dirección al brazo, al galeón, al cuerno alado que me acerque a Concepción.

YAGUARÓN, Hotel Quequén

viernes, agosto 25, 2006

IO TI AMASSO (IV)

Ayer por la noche, cumbre de Sigamos Enamoradas y constelaciones. Brindis por el arribo de nuestra Marinita crucerera, y por los triunfos de Ana (México) y Ada (Neuquén). También, reunión de trabajo con la producción de CQC, y organización de lo que ocurrirá el 1° en Reconquista.
De aquí salieron las siguientes frases:
"No podía caminar, él medía 1,84"
"No me juzguen, no sean guachas"
Después: plaza, hamacas y heladería.
Más fotos luego -Adita no está, pero ya subiremos una de ella también-.

martes, agosto 22, 2006

En Yenny empezó así


Buscando un libro que tuviera esta reproducción de la obra de Degás, dos o tres días antes de partir a Quequén. Y no lo encontrábamos. Al final tuvimos que cambiar de idea. El logo terminó siendo de otra manera.
Así era la original: una bailarina con trenza y moño, de perfil mirando hacia arriba.

jueves, agosto 17, 2006

Hoy un poema de Marina: Costumbre japonesa




Aunque yo podía hacer poco por su rodilla
al terminar la sesión
ella estiró la mano
la paseó ciega por un cajón
sacó un cuadradito de papel
algo más grande que un caramelo sugus
y lo metió en el bolsillo de mi ambo.

En el pasillo lo desdoblé
envolvía otro papel
y al privarlo geométricamente de sus pliegues
descubrí la cara celeste.

Fue el primer dinero que la salud me dio.
Poco, ilegal y siginificativo.



Costumbre japonesa forma parte del libro de poemas "Formación hospitalaria", próxima aparición, ed. Sigamos enamoradas.

Así sí...



¡Bienvenido Claudio al mundo SIGAMOS ENAMORADAS!

miércoles, agosto 16, 2006

El eterno retorno


¿Se acuerdan?
¿Cuándo volvemos a Quequén?
¿Febrero del año que viene?
¿Cuándo volvemos a Quequén?

lunes, agosto 14, 2006

Anoche Romana soñó con él

A los que viven del otro lado del océano, poco les importa que una chica se coma los dedos o que no lo haga, que se quede despierta leyendo sin prestar atención.
Now it’s time to say good night. Good night, sleep tight.
Él lleva su metro noventa de un lado al otro de la cama. En sueños, quizás, acaricia el pelo de Sofía y ella sonríe, lo que no puede darse en este momento, porque él está en Estepona y ella, que tiene sólo cuatro años, necesita ver para creer. Igual que cualquier cristiano. Cualquiera, menos yo.
Now the sun turns out his light. Good night, sleep tight.
Anoche soñé con él: un chico en shorts, las rodillas lastimadas, pelo enrulado y adherido a la nuca como algas sobre piedras. De todo lo que sé, no me acuerdo si alguna vez me dijo que le gustaba nadar, pero me acuerdo, en cambio, de que vivió en muchos sitios y adora los colectivos.
Dream sweet dreams for me. Dream sweet dreams for you.
Estaba solo, miraba al suelo, atrás, el sol metiéndose entre los edificios.
Close your eyes and I’ll close mine. Good night, sleep tight.
Tengo parientes cerca y parientes lejos. Anoche soñé con él. Después lo vi en una playa, pero ya crecido, quizás, como será hoy, a sus treinta y dos años, el cigarrillo encendido contra el viento africano del sur. Son las dos de la mañana. Mi perro empuja la puerta con el hocico. Mi vida tiene que dar un vuelco. Mi vida tiene que dar un vuelco.
Now the moon begins to shine. Good night, sleep tight.
Y yo, dormir como cualquier cristiano, sin más inquietud que la de la perpetuidad del alma, aunque dé lo mismo, si ese sueño donde él es un chico y yo lo veo con shorts, o aquel otro que lo muestra como debe ser ahora: huraño, altísimo, un hombro tatuado, las piernas flacas, da lo mismo si ese sueño vuelve a mí de vez en cuando, si puedo imitar a la serpiente que se muerde la cola, convertir esto en un ciclo. Tener la certeza de que no va a terminarse, como tengo la sensación de no saber cuándo empezó.
Good night. Good night everybody. Everybody, everywhere. Good night.

sábado, agosto 12, 2006

Anoche Dedé soñó con ella


Las cosas suceden así: mirarse, reír, antes, tocar la puerta, antes, alisarse el saquito, saludar con un beso, hola, cómo estás, qué linda, qué guapa, yo la miro y ella me mira, de arriba a abajo, ella me escudriña y yo me dejo.
No me lo vas a creer, pero las cosas suceden así, una y otra vez. Ella envejece y yo me aniño, pero después, yo soy más vieja y ella una nena. Me espera con la tetera humeante. Y entre sus manos tembleques, largas y delicadas, ella sostiene la tetera brillante, la toma del asa con una de esas manos de piel manchada y con la otra sujeta la tapa, apoya sus interminables dedos y la inclina sobre una y luego sobre la otra taza.
-El té debe estar exquisito, huele bien.
-Es ahumado y lo tomo sola. Placeres privados. Hoy estoy más vieja –dice. Pero te tiene que gustar en serio y si no, lo guardo y te sirvo del otro. Del barato.
Amarreta –pienso- aferrada a sus minucias, pequeños insectos saurios. Y me gusta verla, oírla, olerla y sus miserias me asombran. Y las cosas suceden así, una y otra vez. Si nos vieras no lo creerías, tan exactos son nuestros movimientos, tan minuciosos y repetidos. Ella me señala con los ojos marinos, vidriosos, que me siente en el sillón francés verdedesteñido y toma su lugar, en el sofá, debajo de su retrato de reina. Antes, me extiende la taza. Antes, pone un disco de Edith Piaf. Antes, me dice, no puedo estar sin escuchar música, qué triste es el silencio y yo, en silencio, asiento, la miro, acato y tomo la taza. Ella con su vestido de hilodignosencillo, yo, con mi saquito de terciopelo pretencioso y los pantalones. Abrí las cortinas, hace falta luz, digo, y ella, a mí me gusta la media luz, ya te lo dije, y yo, ¿no tenés un cenicero?, y ella, me fumo un pucho, ¿y vos por qué fumás tanto?, y yo, si seguís me voy, o, si me decís que estoy horrible, me voy. No, lo del pelo suelto, eso te iba a decir, te queda espantoso, ya te lo dije, y se ríe, porque quedó dicho, como si fuese la primera vez que lo dice. Y la sorpresa y el enojo vuelven a funcionar, y una y otra vez las cosas son dichas, no me lo vas a creer. Porque tu abuelo, era un señor de los que ya no hay, y yo, no es mi abuelo, es tu marido. Pero qué pavadas decís. Y yo, no, no era... y ella, realmente me importa un bledo quién seas vos, y yo, Margarita soy. No ves que tengo ojos marrones, como el río. Y se levanta y mueve con total disimulo la pierna operada y me señala la taza con los ojos celestemarvidriosos y vuelve a tomar la tetera y me sirve. Pero antes: los muy canallas, te enteraste que se están sacando los ojos, esperando que me muera, la biblioteca, la lámpara, los vestidos, los diarios y las cartas, y yo, dale ¿de qué estás hablando?, y ella, cómo lo extraño, porque tu abuelo.... , y yo no es mi abuelo... Las líneas se repiten con exactitud pavorosa, no lo creerías, una y otra vez. Pero antes, en la plaza San Martín, ella con la pata renga y la capa, el pelo blanco, los anteojos y los labios carmín. Los ojos celestemarvidriosos y yo me siento a su lado y ella con el bastoncito de marfil que se cae y yo levanto, y ella, gracias, y yo, nada, una más presuntuosa que la otra, y yo, la miro de reojo, y nos cruzamos las miradas y las dos bajamos los ojos. Y se para, a duras penas, y yo camino detrás de ella. Pero antes, ella, ese acento lo conozco ¿de dónde sos, vos?, y yo, de Mendoza, y ella, yo estuve allá, pero hace años que no voy, y yo, ajá. Pero antes: ¿y si él no es tu abuelo, vos quién sos? ¿cómo nos conocimos? y yo, no te hagas la sota, si sabés quien soy, ¿cómo te gusta, eh?, y ella, soy vieja, y yo, demasiado tontita para ser tan vieja, y ella, no podés ser mi nieta, sos muy amargada, y ella, ¡dale! ¿cómo nos conocimos?, y yo, en la plaza, si lo sabés. Y ella, ¿qué hacés acá?, y yo, el té debe estar exquisito, huele bien, y ella, es ahumado, lo tomo sola, una tiene sus placeres privados, y yo, vengo y te leo tus cuentos, y ella, qué cuentos. Y las cosas suceden una y otra vez, no me lo vas a creer, ella, es ahumado, lo tomo sola, hoy estoy más vieja. Y las cosas suceden así, una y otra vez. Si nos vieras no me lo creerías, tan exactos son nuestros movimientos, tan repetidos.

Los niños y su día

Estos son Corrado y Santina, sobrinos de Romana.
¡Feliz día, niños!

viernes, agosto 11, 2006

Las chicas y las noches

Ayer nos dimos cuenta de que cuidarnos mutuamente es una tarea que nos sale con demasiada naturalidad. Dedé y yo, Romana, andando por la calle con nuestras diferencias a cuestas –de altura, incluso-, encontrándonos con Mori en Million y yendo al baño para ponernos al día con las novedades... después, mucho movimiento de manos alrededor de la mesa, mucho levantar la voz. Y nosotras tres, en nuestros asientos de plush, mirándonos de vez en cuando y bajando la cabeza para reírnos por dentro. Así es lindo vivir un jueves. Como ese martes que vivimos en Santiago, comiendo chorrillana y conversando con Germán y el incomparable Pablo Paredes. Así, así, así.

jueves, agosto 10, 2006

Un poema de Marinita


Primera muerte


Sabía que se moría y me fui.

Cuando volví era tarde.
(Nadie vería una lágrima,
y mucho menos la verdulera).

Lo sacaron en una bolsa.
Era una opresión intensa, no era dolor,
la gente estaba amontonada,
quieta como vacas
con los ojos asquerosamente fijos y abiertos.

No lo vi más,
ni siquiera recé cuando todos lo hicieron.
(Sabía que me quedaría sin voz
y no iba a darle de comer a tanta mierda)

Los perros no podían dormirse
pero a la corta o a la larga
todos duermen.


No tiramos las cenizas al río
para que no se confundieran con la mugre.
Lo dejamos en el jardín.
(Bueno, sin contar el puñado que mi sobrina
se llevó en una lata).


Este poema está incluido en la antología Hotel Quequén, Buenos Aires, 2006.

martes, agosto 08, 2006

Un poema de Dedé

Suele estirarse, encender un cigarrillo
reírse suavemente y nunca confesarle
que lo estuvo esperando;
suele fruncir los ojos
estrujar flores entre las manos
manosear migas de pan
y decir... qué bien... qué bien...
de una manera cómplice,
con sarcasmo.

Él insistió en dejarla
y ella dijo:
qué bien... qué bien.

Sus piernas flacas como águilas.

(Este poema pertenece a "Móviles azules", que apareció en el volumen Duelo, Buenos Aires, 2005)

lunes, agosto 07, 2006

¿Qué no harías por seis libros?


Dice Romana:
me mojé y tomé frío, pero a cambio conseguí seis libros, lo que para mí es equivalente a una cabalgata corta desde la tranquera hasta el molino del campo de la Marinita. Hablando de la chica hit-crucero: le fue muy bien en su lectura de vencejos –que son unos pajaritos, pero también quiere decir “lazo o nudo”-.
Pasé a saludar a Juan, mi hermano que trabaja en la librería del Village. Aproveché, y viendo que tenían El gaucho insufrible de Bolaño me lo llevé, porque, aunque todavía no la haya leído, estoy demasiado asustada con el tamaño de 2666 como para comprármela. De Cúspide nos fuimos a comer una pizza, para después caminar hasta su casa, pero yendo por Junín nos encontramos con la librería de Romano y, obviamente, no resistimos la tentación de meternos a ver qué había. Revisé los tres estantes de poesía buscando algo de López Merino –suelen tener libros de platenses-, y encontré La segunda antología tierra, de Manuel del Cabral y una Poesía Chilena de Medio Siglo de Hugo Montes. Viendo la desesperación que mostraba cada vez que encontraba un título que me interesaba, el empleado me invitó amablemente a descender al sótano, donde hay tres estantes más a doble fila de obras en verso. Ahí encontré la primera edición de El visitante de Godino, Basalto de Rocío Cerón y La maleza que le crece de Daniel Durand. Juan eligió un libro de cuentos de Merimé de la colección Austral –sin traducción de la Piña-.
Salimos del local tan empolvados como entusiasmados, con un terrible dolor de cabeza.
Ahora quiero contarles que el miércoles se presenta un libro de Tizón en Recoleta. O sea: Tizón va a estar en Recoleta, sí, sí, al alcance de todos ¡Ay! Creo que eso equivale a un helado de dulce de leche bañado en chocolate (de Gruta o Munchi’s). O tomarnos un Tapiz en lo de Dedé escuchando Fiesta, qué fantástica, fantástica esta fiesta...

viernes, agosto 04, 2006

Siempre algo se puede rescatar


Algo así largué en Costa Rica casi esquina Malabia, rumbo a Io ti amasso, en compañía de Kari, Flor, Anita y la glamorosa Dedé. Volvíamos de la Boutique, donde Mori presentó su libro No somos perfectas, con vino y empanadas para todos –ahí estuvieron Osi, la Tere, Marcelo Figueras (?)-. Suena mi celular: “¿podemos ir?”. Claro que pueden. Cuantos más seamos mejor vamos a pasarla. Al rato sumamos ocho, para desesperación de la moza, porque también llegan Gus y Beatriz: pizza de albahaca y panceta, Norton tinto, esos panes de ajo que dan a la entrada: ¡puro amor! Después, a subir como locos el tono de voz. Más de cuatro conversaciones simultáneas que versan sobre la verdadera identidad de Alberto, o la utilidad de los acompañantes terapéuticos, y finalmente, la más sustanciosa: qué diferencia existe entre un chongo y un dealer. Se exponen varias teorías. La Morita está hecha una reina, discute, mueve el pelito nuevo. Sabemos que debajo de la mesa están sus piernas delgadas y vigorosas que muestra por primera vez, al arrullo de una simpática falda negra y blanca. La Dedé se ríe. Ella también tiene algo llamativo: sus medias rayadas que, si hubieran estado al aire, habrían infartado a más de un galán, pero se vino en pantalones largos...
Sólo cuando vamos al baño me percato de que hablé mucho y muy fuerte, porque me zumban los oídos y veo en el espejo que tengo las mejillas coloradas.
Las doce y media es buena hora para partir. Taza, taza, cada cual a su casa. Lo mismo de siempre: caminata, 152, caminata, llaves, puerta, pijama.
Ahora son las tres de la mañana. Trato de acordarme de lo que motivó la frase que tiré en Palermo ¿por qué dijiste eso Romanita? ¿Por qué? Y no, no me acuerdo. Creo que hablábamos de libros, de cualquier cosa que no fueran hombres. Lo cierto es que tiene su razón de ser, porque de haber sido por el frío que hizo durante todo el día, no habríamos salido, y nos hubiéramos perdido el vino, las empanadas, la sonrisa de Dedé, las fotos del Gus, los chismes con las chicas, las idas al baño con Mori y el libro que me regaló Beatriz y vine leyendo en el colectivo, y que está bueno, y que valió la pena, aunque estoy disfónica.... total, nadie me tiene que escuchar ahora, ni siquiera mi perro, que se durmió antes que yo.

jueves, agosto 03, 2006

Chorrillana y poema


Ayer comimos nuestra última chorrillana del mes, dado que se fue la Marinita y no tiene sentido comer chorrillana si no estamos las tres. Brindamos en honor de Pablo Paredes que nos introdujo en este fabuloso plato. Dedé ya es una experta en cocinarlo, y nos regaló unos lápices verdes con cabezas de pajarito.
Ahora: el poema de Elba Serafini (alias nuestra Kari) que habla de cosas que hacemos cuando nos tomamos el colectivo y de una chica que se enamora como un huracán (¿quién será?).

Vicino a Roma (por Elba Serafini)

Me decís “es como un juego”
imagino subir y bajar
de una calesita en movimiento
eso es lo más leve, la ingenuidad,
después también puede ser
como arrojarse del puente más alto
centelleando tus pelos, deshechos de dolor,
el exceso, te digo
te augura adrenalina,
eso, lo que te hace escribir.

Estás arriesgando de nuevo,
el éxodo de amor de los poros
enfilando como flechas
hacia una delgadez con formas, con suspiros,
con suaves fricciones de palabras
mal escritas pero que dicen justo
lo que te imprime velocidad.

Aguantar la respiración debajo del agua
beber en exceso
esperar un bondi a las dos de la mañana
fracturarse, descender montañas
colisionar.

Nada de eso, nada más dulce y sumergible
que el enredo de los pies lastimándose
con tanta cercanía.

martes, agosto 01, 2006

Hoy besamos a Marinita

Como un fotógrafo usando el trípode de dos patas, así nos quedaremos Dedé y la Romana una vez que se vaya Marinita, rumbo a la tierra de las uvas, del olivo, donde el hombre más bello del planeta –léase, Fercho- retoza y fuma como Rimbaud en África (al que, de paso, le faltó en su momento una pierna, también). La Marinita despliega sus alas. La Marinita se va ¿Volverá la Marinita? Nos deja el corazón trizado, inútil. Ninguna como ella: peleadora, risueña, que nos putea desde sus hermosos ojazos color miel. Ninguna como ella... ¿volverá?