martes, octubre 31, 2006

El cielo y el amor no están arriba

Lo dijo Pablo Paredes, y yo agrego: no estés triste, por favor.
Gastón Guzmán tiene el ojo capaz de tomar este increíble atardecer ibérico ¡llega el principito milagroso de la vista! Gracias. Gracias.

viernes, octubre 27, 2006

Así en la soltería como en la viudez

La historia fue tomada del Decamerón de Bocaccio y cuenta cómo un joven teme desposarse con su prometida por causa de una visión. Son cuatro las tablas que pintó Botticelli. Tres de ellas están en el Museo del Prado y la última –que representa la cena nupcial y reconciliación de los prometidos-, pertenece a una colección privada.
Por lo menos una vez al mes pienso en estas figuras; en los celos y el ánimo cíclico del acto amoroso. Ayer, mientras volvía en el 152 leyendo un libro de poemas sobre la batalla de San Romano que pintó Uccello, recordé que su reproducción de San Jorge y el dragón siempre me pareció a destiempo.
Estoy a destiempo. Me bajé de un avión demasiado rápido. Mis amigas me llaman y me siento triste.
Un día voy a casarme. Otro día voy a enviudar.
El cuarto cuadro que me obsesiona es el de Federico de Montefeltro que pintó Piero della Francesca. Le habían dado un lanzazo en el ojo derecho y tuvo que salir mostrando el otro perfil. Su mujer está frente a él. Ni siquiera es agradable.
El autor del libro se llama Esquinca.
Yo soy de Virgo, con ascendente en Aries.

miércoles, octubre 18, 2006

Sigamos... Internacional


Cecilia Romana está en México (intercambiando figus con Gelman en el Festival Int. De Poesía). Dedé y Marina se van a La Plata a presentar los libros de Sigamos... pero extrañan mucho a Romita. En una semana, las tres irán al campo para ponerse al día.

miércoles, octubre 11, 2006

Por una cosa u otra

Hacen que se hunda la almohada, como si fueran dos cabezas, los libros.

domingo, octubre 08, 2006

El piano, los autos, los cumpleaños...






Lo atrayente de un cumpleaños es juntarlo con otro. O conocer gente nueva. Albricias. Las chicas llamadas Kari y Ada nacieron en fechas cercanas. El tercer acto: conocer extraños mientras se baila ¿Será posible que tres sucesos fructíferos ocurran simultáneamente? Sí, doy fe. Es posible.
Sobre la avenida Vélez Sarsfield hay un condominio parecido al de Mellrose Place. Llegamos tarde, para variar, con Marinita, Dedé y Dany. El after Chopin se merecía una entrada como la nuestra. Arribo estruendoso, aterrizaje de pisco, tinto y unos discos enganchados de la fiesta donde mi primer noviecito me bajó la mano. Ay. Llega el auto gris, con música adentro, pero en el condominio, parece, se nos van a dormir. Una de la mañana ¿No era a las diez y media? Y bueno, así somos las chicas.
Dejamos los saquitos en un sillón. Las piernas piden pista ¡Pista! ¡Pista! ¡Pista! Piden gasolina, como en la canción: a ella le gusta la gasolina, dale más gasolina... porque queda feo decir “nafta”. Es demasiado argentino, y como estamos tratando de abrirnos mercado en Latinoamérica, mejor decir: a ella le gusta la gasolina, dale más gasolina.
Hay un odontólogo en la sala.
-A ver, Romana... –dice una voz que reconozco entre miles de voces.
Sí. Soy Cecilia Romana. Y hay un odontólogo en la sala. Si me garantiza que me deja la dentición de P. J. Harvey, le bailo “Bate que bate, el chocolate”, pero no, nadie podría hacer un trabajo a conciencia que durara tanto. Los hombres hacen trabajitos. Yo hago mula. Hago mula, como diría mi abuela, hago mula.
Hay algo que decir en medio de todo esto: el cuarto ingrediente de la felicidad femenina existe. Reenumeremos. Uno: cumpleaños. Dos: juntar cumpleaños. Tres: hacer como que estamos en la Creamfields y conocer gente de un metro noventa. Cuatro: aprovechar el traqueteo para eliminar toxinas.
Lo cierto es que una felicidad de autoservicio está al alcance de cualquiera. Lo estamos viendo. Está en San Cristóbal, frente a una comisaría, un sábado muy tarde, con una luna afuera que te parte la clavícula de enorme. Está en un teatro donde vas a leer poemas y una morocha mendocina te dice:
-Mirale los ojos. Es tímido, pero si lo invitás a una fiesta, te sigue, nena, te sigue.
Y una piensa en la gente que atiende el Mac Donald’s del complejo La Plaza. Y piensa que hay cierto ingrediente profundo en todo encuentro superficial, pero que nunca, nunca, nunca, esa pizca de realidad podría reemplazar el surtido de sacudidas, convulsiones, impotencia, que causa una relación austral o transatlántica.
Bailar. Bailar. Hasta las cinco de la mañana. El condominio es un corazón con arterias saltarinas. “Las hermanas Macana”, nos dicen. Era un dibujito animado de carreras de autos.
Antes de irnos vamos a ordenar un poco.
Ordenemos: dos cumpleaños; una fiesta; una pianista, un piano, un tímido ojizarco, una simulación de festival electrónico. Una noche que debería haberse terminado mucho antes, como a las seis de la tarde, cuando él me dijo: estoy llegando, estoy llegando pronto... aunque era mentira, tanto como que bailar tres horas te disminuye la ebriedad o los kilos.

viernes, octubre 06, 2006

Sábados de super acción

NUDOS EN EL AGUA
Recital de piano de Silvia Dabul
y lectura de poemas
por Cecilia Romana y Silvia Dabul
Sábado 7 de octubre 22.30 hs.
La Scala de San Telmo
Pasaje Giuffra 371 (altura Defensa al 800)
Y desde acá, nos vamos todos a la fiesta de SUPER CUMPLEAÑOS DE ADA Y KARI. En principio era de disfraces, así que si alguien lleva antifaz está bien, se lo deja entrar.

domingo, octubre 01, 2006

¡Pobre Roberto!


Roberto, ¿tiene novia? ¡pobre Roberto!/ Una y otra vez, como si estuviera grabado en el sonido de la tarde, como si el paso del tiempo hablara, como si el día para avanzar tuviera que subrayarse en esas palabras dichas con modulación imperfecta e imprecisa, como si el ponerse del sol tuviera que gritarse en esa voz, aguda, chillona, repetida en el aire ¿tiene novia, tiene novia, tiene novia, Roberto, tiene novia? ¡pobre, Roberto!
Durante las cinco horas que le llevó a la tarde irse aquel día, el loro azuzó los oídos de Margarita, la espoleó y ella rió al principio pero finalmente se sientió desconcertada. Más avanzaba su desconcierto y más miraba a su madre, tan apática ante el fenómeno del grito reiterado en el transcurrir de la tarde, tan trágicamente ausente ante la pregunta porfiada, tan distraída en su tejido y definitivamente de espaldas a la caída del sol que, para el pesar de Margarita ese día lo hacía así, chillando y encrepando a Roberto y a la soledad de Roberto.
“Es un loro”, dijo finalmente su madre. Un loro, y lo dice así, con la tranquilidad de una nube blanca.
Margarita intentó asentir, pero no creyó que esas, las machacadas, reiteradas, replicadas inquisiciones fueran dichas por un pájaro verde.
Es la tarde, pensó, con eso no hay problema, y en las tardes el sol se esconde, pero, quién es Roberto.
De golpe a Margarita se le iluminó la razón, Roberto es “un hombre” pensó. Pero entonces las palabras "un hombre" sonaron tan ocultas y misteriosas como aquel grito chillón de la tarde.
Roberto es un hombre, insistió, y la tarde lo increpa, le grita y el tiempo avanza. Pobre Roberto. ¿Tendrá novia? Roberto.
Se le ocurrieron dos cosas: la primera es quizá ella era la misma novia de Roberto o podría serlo. Le pareció bien, su papá solía cantarle doncella, doncella dónde está tu rozín. El rozín era un caballo, pero un Rozín bien puede ser un Roberto.
La segunda, fue que ella podría ser la próxima víctima del decir chillón de la tarde, y entonces la tarde se preguntaría, ¿tiene novia, Margarita, tiene novia?, ¡pobre Margarita! y el corazón se le estrujó como si las preguntas que vienen grabadas en el sonido de la tarde con voz, aguda, chillona y repetida fueran incontestables.