jueves, diciembre 28, 2006

Sueño con tobillos

Me desperté con una sensación agridulce. Eso dicen los viejos, pero es lo que mejor se ajusta para este caso. Busqué a mi perro. No me acordaba si se había quedado a mis pies toda la noche o no. Lo vi en el patio mordiendo un cabo de oreja de elefante ¿Por qué me siento así? Mientras calentaba el agua para el té, traté de estirarme un poco. Dejé las rodillas rígidas y bajé en ángulo agudo con la intención de tocar el suelo sin doblarlas. Llegué con la punta de los dedos a los tobillos. Eso me gustó: rozarme los tobillos. Es un sector del cuerpo que me atrae bastante, como las muñecas y los codos. Tuve la impresión de que había soñado algo en relación a los pies. Hirvió el agua. Puse el saquito y enseguida lo saqué para que no se oscureciera demasiado. Fue un sueño de amor, pero de un amor que no me conviene. Por eso no me sentí bien ¿Por eso solamente? No. Está por terminar el año, una que yo sé tendría que hacer un balance... Foco ladró. Aborrece a los afiladores. Ahí estaba: alguien me acariciaba los tobillos. Era lento, tierno, maduro. Me acordé de una camisa celeste arremangada, con los botones desprendidos. Moreno, más bien corpulento ¿Cómo? ¿Puede gustarme un varón que no sea esquelético? Parece que sí, por lo menos en los sueños, parece que sí. Fue un caballero. Ya se le podría preguntar a Jung qué opina sobre la independencia del estado onírico. En mi caso, lo que experimento dormida repercute demasiado en mi vigilia. Mientras tomaba el té pensaba en él. Ya se me podría preguntar a mí, entonces: ¿quién es? ¿te acordás de su cara? Y yo respondería: ¡por supuesto que me acuerdo! Pero está mal que lo diga y además, Berugo Carámbula fue sabio en su sentencia: “los sueños, sueños son”. Aunque después completaba con el fantástico: “pero aquí se hacen realidad”. Nada de eso. Foco volvió a ladrar. Tocaron el timbre: “¿alguien necesita afilar tijeras?”. Lo que necesito afilar es mi elección de galanes. Después, mi lengua, así digo las cosas cuando las tengo que decir y no cuando ya me tomé un avión y estoy lejos de todo lo que deseo...

13 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola!!!!! yo soñe con un revolver, pero no tenia miedo, sabia como zafar. (no se como putas se ponen los acentos en una maquina de locutorio!!!)
Miss you!!!!!!

sigamos enamoradas dijo...

Hola nena, ahora te respondo, y no te preocupes: pienso en vos y en Año Nuevo, más todavía... te llamo.
Qué bueno que pudieras zafar de la pistola.

Anónimo dijo...

qué bien que escribís cuando querés, nena.

pablo_keyes dijo...

Hola,

quería decirte que me encantó tu "poética":
Escribir es un acto de autoconservación. Es ejercer el cuidado de nuestros jardines internos, esos que los de afuera no aman y, a veces, pisotean alevosamente.

Quien diga que no escribe por eso, miente!

te invito a leer la mía en el blog de las afinidades.
siempre y cuando no pises mis jardines, obvio, jaja

saludos d keyes

Anónimo dijo...

se nota que hace mucho que nadie te toca...

Anónimo dijo...

Hola. hoy te estuve esperando en la Zurich y nada. A través de la vidriera veía pasar gente rara, muy rara.
Mi pequeña Lautrèamona!!!

Anónimo dijo...

Pregunto....que es de la vida de Mercedes Araujo???????
Quiero saber de Ti.

Anónimo dijo...

ella ora et labora...

sigamos enamoradas dijo...

Querido Schlé:
En los alrededores de Zurich se ven caras muy extrañas, por eso hay que ir con gente conocedora, esa gente que se sienta en el bar y los mozos le traen un oporto sin que lo pida.
Ojizarco: hay de todo en la Puna.

Anónimo dijo...

¿¿¿¿¿Y una foto del afortunado??????????

Anónimo dijo...

Y vos què preferís, Romana, el Savoy o la Zurich?

sigamos enamoradas dijo...

El Savoy, porque hay trillizos y buen ambiente
¿Vos?

Anónimo dijo...

Sí, a mì tira más el Savoy porque te sirven papas fritas y hay lindo ambiente. No hay tanta vieja con pelo pajoso como en el Zurich. Y faltan los oros.