Era de noche. Había luz de luna pero entre los árboles era la negrura fúnebre de mi padre. Pensaba colgarme de las ramas, desnuda. Dejar a un lado mi bata y caminar, como se camina en la noche hacia la cama del padre, cuando se teme. Dejar a un lado ropas y miedos, y dar un lugar a lo escondido. Aún me dolían los brazos, la cara interna de mis brazos, con su piel nunca apasionadamente mordida, su temblor braquial, me dolían. Por la tarde lo había intentado, pero era sólo un acto. La piel esquirlada del pino me enrojecía y era lo mejor que podía suceder. Me dejé sostener por estas dolientes carnes livianas, los pies al aire sin fondo, y sentí que me iba en raspones y satisfacía mi alma el llanto privado. Mamá dijo: para que veas lo que se sufre. Es cierto, yo lo subestimé, pero era la única forma de sobrevivir. En el campo, en este campo donde sus restos se hicieron árbol, adoquines, y piñas, arbustos, y esqueletos de vacas, la luz entra en todos lados y hasta da una sombra la luna. En casi todos lados.
1 comentario:
En el campo, ese árbol te abrazó y te sostuvo. No sé si fue mala la luz, creo que fué tenue.El rincón solitario del campo, nunca mejor elejido para descansar en paz.
Besitos.
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