viernes, julio 28, 2006

Fedro II


¿PUDISTE HABLAR, MI AMOR?
Cecilia Romana
Llegamos con Mori a Fedro. Sí, sí: antes nos tomamos una botella de vino en El Federal, pero también estaban Dedé y P. S. –iniciales que se corresponden con las de un pintor que adoro, pero en este caso pertenecen a la afamada escritora de pelo oscuro y pecas-, o sea que no estamos ebrias ni mucho menos. Flor y Anita, expertas agitadoras culturales, ya están ahí. También Kari, Paula, la Piña, Caro y sus papás. Hay Santa Julia para tirar al techo. Esta vez reubicaron el micrófono para que la gente pudiera sentarse en sillas, como humanos decentes que somos ¡lo bien que hicieron! La lectura sale fabulosa. Primera, Florencia; segunda, Caro; tercera, Morita, y finalmente yo. Con la Mori nos sentamos en un mismo sillón ¡Somos tan parecidas! Escribimos sobre el amor como si tuviéramos un corazón doble y destrozado en el múltiplo. Lee “ADN”, mi poema favorito, y casi se me pianta un lagrimón. Lo mismo con el de Miriana, porque me siento identificada y me da pena haber sido alguna vez la tercera en discordia. Entonces, para contrarrestar, leo mi “Zurita, poema de amor”, seguido del poema de Raúl Zurita que tiene el mismo nombre y ahora sí: lloramos todos. Estoy calmada: me prometí que no iba a largarme y logro mi cometido. Pero Flor y Anita se dejan llevar y las envidio... ¡Uf, vayamos a algo que nos ponga más arriba, por favor! Hablemos del after lectura: la tradicional cena en El Caracol de la calle Bolívar.
Mayoría de muchachas, mayoría de muchachas dicharacheras, mayoría de muchachas expertas en internarle la cabeza al mozo. Pedimos Norton y milanesas con papas fritas. La conversación gira en torno del verdadero nombre de Dana Mujica y de la depilación de nuestras cejas, pero enseguida, como hace notar Dedé, empezamos a levantar la voz demasiado: es que el nudo de la charla pasó de azul oscuro. Ahora se trata de hombres menores de veinticinco años. Y justo uno –hablo de un varón, por supuesto-, con mochila y campera, mete monedas en el teléfono público que está detrás de Morita. Con toda la intención de escuchar claramente a su interlocutor, estira el cable y se interna en el baño llevando a cuestas el tubo verde y cerrando la puerta tras él ¡La juventud está perdida! Su novia -sentada en una mesa cercana a la nuestra-, nos mira con odio: okey, okey, calma preciosa, sos muy niña para poner esos ojitos... y los pone igual, la muy descarada. Cuando sale el mochilero, Anita dice en voz alta –excesivamente alta-: “¿pudiste hablar, mi amor?”, y de pronto, como en un sueño, El Caracol se queda en completo silencio, y la voz de Anita se convierte en un cable grueso que nos enreda a todos: “¿pudiste hablar, mi amor?”... El mochilero la mira, nos mira. Su novia lo mira, nos mira. Hay espejos por todos lados. El mozo llega con unos platos humeantes, le pido otro Norton... Me parece que todo esto lo viví cuando tenía quince años, pero sin contenido etílico.
A las doce y media nos vamos. Líos con las cuentas. Junto la plata. El mozo nos regala alfajorcitos de maicena.
En la esquina de Humberto Primo y Bolívar se hace un ovillo de poetas. Besos y abrazos por todas partes. Nos vamos con Kari a tomar el 59.
Mientras estoy llegando pienso que la poesía es como ese comentario que hizo Anita: de pronto te quedás desnuda en un bar, pero tal vez lo estás soñando, entonces no puede ser tan malo.
Ah, ya no soy Romana. Soy la Estévez. Y no vuelvo a leer nunca más en público. Bah, hasta que mis amigos vuelvan a pedírmelo.

martes, julio 25, 2006

Hoy Romana cuenta lo que pasó el sábado

ENGORDAR A LA VÍBORA
Cecilia Romana

Suena el primer timbrazo. Todavía estamos repulgando: jamón y queso, porque a Marina no le gustan las de carne. Sí, claro que hablo de empanadas y de nuestra decimotercera Lampalagua. Estamos en la cocina de la casa de Dedé, dispuestas a engordar a la víbora de la poesía, cueste lo que cueste. Ada abre la puerta: entra un artista visual argentino radicado en Francia. A los dos minutos, el artista visual argentino está descorchando un Trapiche ¿Nervios?, sí, un poco, porque viene a leer Luisa Futoransky y no la conocemos personalmente. Esta vez, nos propusimos, ningún invitado que nos desbande la velada, por eso, habrá mayoría de cuarentones, aunque hay que aceptar: la única riña que tuvimos en una Lampalagua fue provocada por un poeta madurito, digamos, en fin.
Tenemos las mejillas coloradas, por el horno que está al máximo. Las mías más que las del resto, por razones obvias, se entiende. Dedé, con su andar glamoroso, recibe a los convidados y les sirve una copa de vino. Llegan en tropilla: tres franceses más, una española y la mismísima Futoransky. Es bajita, como yo, pero con la fuerza de un huracán, y se nota. Mucho carácter.
Ya están sentados en el living –que más tarde, por la alquimia de Raffaella, trocará en pista de baile-, el Benti, Caro, Aulicino, Chirom, el hijo de Paulo y Andi, además de nuestro segundo invitado estrella: Diego Muzzio, poeta de otra galaxia, según la definición de mi padrino.
No puedo dejar de mirar hacia el suelo. Será porque me queda cerca. Ahí están los zapatos, la manera de caminar. Hay tres varones que tienen exactamente el mismo calzado, pero en diferentes tonos de negro. Hay chicas con zapatillas, chicas con botas y alguna con plataformas. Los señores calzan zapatos dignos de lustrarse y las señoras, abotinados de taco bajo.
Presento a los lectores. Digo un par de formalidades absurdas –¡arranqué tomando a las siete de la tarde!, son las diez, como para no decir estupideces-. Diego lee poemas de su Hieronymus Bosch, casi dichos para adentro. Pareciera que hay que meterse en su boca para escucharlo, y ahí estamos todos, incrustados de lleno en ese tono tan particularmente triste y lúcido que tiene Muzzio de escribir y de hablar. Cuando toma la posta Luisa, cambia el ambiente. Llegó con hinchada propia. La atención y las sonrisas son constantes. Lee moviendo las manos, pausada, con una voz profunda, mezcla de Mostaza Merlo y Adriana Varela. Los aplausos son interminables, y hasta algún temerario le hace preguntas.
Pero vayamos a lo importante. Una vez que terminan de recitar los afamados vates, bajamos las luces, subimos la música y arranca el baile. Es impresionante: Zidane –un francés monolingüe-, se zarandea como latino-corazón-caliente. La agarra a Marinita y la hace girar como una ruleta. Después la agarra a Dedé, pero la india no se deja. Hago un paneo general con mi cámara: no hay uno que no tenga la boca llena. Hacemos un par de coreografías y como hay mucho escritor maduro, nadie nos sigue. El hijo de Paulo insiste: después de acá nos vamos a una fiesta. Y yo le respondo: no, basta. Pero a cada rato, Ada me trae un juguito que ella llama “destornillador” y yo llamaría “balazo”, y para el cuarto, termino diciéndole que sí, que sí al hijo de Paulo.
A las dos, la mayoría se despide. Quedamos los de siempre. Bailamos un rato más y discutimos si antes de un signo de pregunta se pone o no el punto final de la oración que lo antecede. Traemos libros de varias editoriales, pero yo grito –estoy un poco achispada, sí, es verdad-: ¡un Gredos o nada!, y no hay un solo Gredos en la casa, o es que nos divierte tanto rivalizar que nadie quiere encontrar uno.
Salimos con rumbo boquense, pero somos sólo chicas, y obviamente, el maestro del volante -vástago del best seller brasileño-. Llegamos. Subimos unas escaleras. Mucha gente, pésima musicalización, adolescentes que se arriman a nosotras y nos explican, por ejemplo, que no es lo mismo llamarse Michael que Micael, y que no se pronuncian igual (?). A esta altura, la verdad, ninguna quiere bailar, ni escuchar razones de un menor de treinta años. Le pido a Marinita que me acompañe al baño para que me tenga la puerta. Cuando salimos, el hijo de Paulo está interesadísimo en saber qué hicimos adentro ¿Puede ser que exista todavía el varón que no sepa que las mujeres vamos incondicionalmente de a dos al baño? Bien, por ser hijo de extranjeros vamos a perdonarlo.
Dedé quiere irse. Yo también.
Bajamos. La zona es de temer, pero andamos con una campeona mundial de taekwondo y con una gritona profesional –esa soy yo-, entonces no hay razones para espantarse. Igual, cuando divisamos un taxi, nos abalanzamos como bestias predadoras. Me siento adelante y le pregunto al conductor su nombre y su signo: Mariano, Tauro. Y listo. Ya no me acuerdo de nada más. Bueno, debemos haber llegado a Reconquista al setecientos, porque estoy segura de que a las tres de la tarde del domingo, desayunamos con jugo de naranja, tostadas y tecito, y estábamos ahí, digo, en Reconquista, las tres: Dedé, Marinita y yo, y lavamos algunas copas y después nos dedicamos a darle a la sin hueso hasta las nueve de la noche. Y nos quedaron cosas en el tintero, sin duda. Por eso volvemos a vernos esta noche.

domingo, julio 23, 2006

...y las estrellas también


"Zidane" el bailarín - Diego Muzzio

Stefanía, la española - Kathy Bates


La diosa: Raffaella Carrá, y Lucio Rosso(en la panza de su mamá, Caro)

Anoche: Lampalagua, la víbora poética


Lampalagua
Edición Extraordinaria

Anoche, sábado 22 de Julio, nos visitaron Luisa Futoransky y Diego Muzzio, recién llegados de Francia. Gracias a todos los que nos acompañaron, esperamos que además de la lectura, hayan disfrutado las empanadas caseras de la "Dedé", el vino tinto y las viboreteadas de Marina y Romana en la pista de baile.



Aulicino - Chirom - Coelho - Kortsarz

Nachon - Futoransky - Dedé Araujo - Bossi

Lucho Gonzalez - Romita - Marinita - y sigue...

viernes, julio 21, 2006

Hoy Dedé y sus textos voladores


Hoy, como el ave fénix, estos textos desempolvados agitan sus alas luego de una larga siesta a oscuras. No sé si son propios o ajenos o ambas cosas al mismo tiempo. Quedan a disposición de sus posibles autores. Concedo sólo un mes para reclamar autoría y luego prescribirán a favor de su rescatista.

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Buenas tardes digo, siempre digo buenas tardes y me olvido que es la mañana.
Como si hablara de comprar lotes en la luna.
La timidez. Harapos por huesos, ojos hinchados, lagañas. Es lógico que prefiera dar y recibir las buenas tardes.

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Frivolidad: no tener cuidado ni tampoco complejos.
Disciplina: más torpe aún alejamiento del lenguaje.
Estupidez: cargar a un astro la propia condición caprina.
Escrúpulos: ofensa a parientes y amigos que, según, él van a la deriva.
Mordacidad: ilusión poética (las veces que gemís, llorás o repelés).
Percepción: hablar, sugerir, resumir vida por muerte.
Hábito: necesitar del mar, el bello, el potente infinito.
Escarchar: vigilar el ganado opaco, pardo en la noche.
Seguir: entre soplidos y rezongos buscar lo que se insinúa y deviene inexorable.
Aspirar: oprimir con suspiros el color de piedras distintas (rojo-verde-azul-gris).
Disolver: esfumarse impávido.
Sufrir: agitar, acuchillar, esconder, la infancia y los huesos.
Temer: en la noche espléndida, silencio- mapa- viento, a los que no llegan.
Beber: ausencias-presencias, desgarraduras de medianoche.
Morir: “en un mundo blanco”, irse sola hundida caminando y no volver.

No olvidar releer cada tanto...


Cada tanto, lean algo, que se yo...
Yo me como el coco... esa de Cucurto es divertida
En tu nombre Moses, nos ha buscado...(pensar que creimos que el pobre se había muerto, el divino Moses de Araujo)
¿Que buscaba en mí el del Pelo de Bisonte? (a buscar...)
Pero si solo disponen de poco tiempo, o casi nada:

Alpiste
El vendedor y un médico peleaban por un cráneo.
De repente se desfiguró y le dijo forro de mierda.
Manuel Alemián

jueves, julio 20, 2006

Hoy...los límites están desdibujados

Hoy Día del amigo


Esto es para toda la vida. Nuestra amistad es más hermosa que esta playa, y esta tarde, más linda que dos mañanas juntas.

Hoy Roma renueva sus votos


Hace 7 meses Piru tocó el timbre de Arcos y Olazábal con una polvera en la mano y una camisa con arabescos. Romana dijo: "con este me caso". Nos tomamos unos vinos, nos sorpendió que estuviera tan bien mantenido, habida cuenta de sus 50 añitos. Y entonces lo quisimos, y entonces lo queremos.
Hoy, Romana dijo: "al final, me voy a terminar casando con el Piru, porque me está durando mucho". Será, será??? What ever will be, will be... y será, será.
En este momento, Piru, se encuentra abocado a la tarea de encontrar en derremate.com el Armani blanco que usó Faena en la inauguración de su hotel.

Ojo, por ahí Roma se casa con Roque Santa Cruz.

Hoy Dedé nos besa


Hoy Dedé, por fin, nos dejó de romper la caramañola con su actividad laboral abogadil y subió sus hermosos poemas de África a un blogg, de dudosa procedencia. Luego, llegó a la casa de Marinita y tuvo el tupé de decir: "En este blogg, al fin y al cabo, entra cualquiera".

Hoy Marinita prepara su ajuar


Hoy Marinita está preparando su ajuar para participar del encuentro XXI Poesía para Vencejos, que quiere decir pajaritos y se hace en un castillo, porque ella es una princesa. Este pajarito agita sus alas y va a leer sus poemas a España el mes que viene.

Sigamos Enamoradas en Maldita Kubana


Malditas lecturas
Por Cecilia Romana
Viernes, once y media de la noche. Estamos en lo de Dedé, tomándonos un Latitud 27. Tendríamos que ir saliendo, porque leemos en Maldita Kubana en diez minutos. Me entra un mensaje al celular: esto es un antro. La del mensaje es una amiga que se mandó directamente a la calle Humberto Primo. Yo soy Romana. Está Manuel, Kari y las chicas ¿Vamos igual?, pregunto. No, dice Marina ¡Estás loca!, grita Dedé. Y como ella es abogada y nunca se desorienta antes de las dos de la mañana, apagamos las luces y partimos.Es verdad. Es un antro. El taxista se ríe. De afuera: la persiana baja y un letrero que dice “Tapicería”. Pasamos delante de la puerta cinco veces y no nos damos cuenta de que “ése” es el lugar. No queremos darnos cuenta, como las mamás que no se resignan a aceptar la fealdad de sus hijos, o su gordura, en fin, abren la puerta y ya estamos en el baile. Olor a pasto quemado -¿se dice así?-, olor dulce, humo, cincuenta personas entre varones y damas, amigos que se acercan a saludar. El lugar no tiene más de tres metros por cinco. Lo juro. Una chica cubana –o caribeña, en general-, ofrece lo que tiene: daikiris. No, gracias.Lo que sigue es: sube un poeta algo ajado a la tarima y dice sus versitos en tono jocoso. Nos queda a nosotras la ingrata tarea de ganarnos al público con poesía sentida y real. Esfuerzos: muchos. Resultados: nulos. Mientras lee Marina, unos franceses hablan de la toma de la Bastilla –era el leit motiv de la noche-, cuando lee Dedé sus increíbles poemas de África, se oye un grito desde la calle: ¡Aguante Adrián! Y bueno, no digamos nada de cuando me pongo a leer mi Zurita: salta un chileno que se cree el dueño del premio nacional andino y me recrimina que hable sobre él.En honor a la verdad: no sobran los reductos donde se lee poesía y, a pesar del desinterés de algunos oyentes –que siempre son los más vivarachos-, de pronto, ver caras conocidas alegra y una se dice: uy, algunos me quieren, otros me respetan.Salimos, porque Marina se está asfixiando. Son las dos de la mañana. El anfitrión del ciclo nos sigue hasta la calle para agradecernos. Es Rodolfo Edwards y está contento. Habla rapidísimo, mete diez palabras por segundo: gracias, chicas, gracias, Romana, gracias ¿adónde se van?Miro a los posibles acompañantes, son todos buenos escritores, hasta –diría- hay uno que es excelente. Está apoyado en un auto como si tuviera quince años, pero tiene más de cuarenta.Nos vamos al balcón de Humberto Primo y Defensa.Más tranquilas, ahora que sólo somos chicas –porque los vates renegados decidieron que se nos unían después-, nos pedimos un Trapiche y comentamos lo importante de la velada: cómo estaba vestido el poeta que leyó antes que nosotras y la edad del muchacho que venía con él ¿Algo más? Sí, clic, foto para recordar el momento en que somos jóvenes y ninguna tiene un novio que le ladre por la hora y la borrachera. Otra: clic, con flash, en manos de la moza de pelo corto ¡Quiero que nos hagas una remera como la tuya, pero que diga Sigamos Enamoradas!, dice Marina. La mía dice Zu-ri-ta, aunque estoy segura de que llego a casa y la quemo como hicieron los brasileños con la estatua de Ronaldinho.Suena mi celular ¿Casi las tres de la mañana? Horario de novio, o algo por el estilo. Sí, algo por el estilo. Le digo a Kari si compartimos taxi. Obvio. Y terminamos subiendo todas, como siempre. El auto va dejando chicas lindas por la ciudad como un pool escolar. Atrás queda la promesa a los muchachos de Maldita Kubana, cuando estamos solas nos sentimos amazonas.Nada tenemos, ni un novio que nos ladre.O sí, yo tengo uno que me ladra, pero no es mi novio. Uy, justo me está llamando. Es mi sabueso.