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Nueva poesía de México,Argentina y Nicaragua
Por Marco Antonio Campos
II
Poemas concretos: Cecilia Romana (Buenos Aires, 1975) es una poeta con una emotiva voz personal. En México ganó en 2006 el Premio Iberoamericano Sor Juana Inés de la Cruz y en 2007 el Premio Internacional Jaime Sabines. Acaba de publicar en Argentina Poemas concretos (Editorial Cabiria, 2015).
Los principales protagonistas del libro son artistas abstractos –pintores, escultores, arquitectos, fotógrafos, escritores–, entre los que se cuentan varios de los que lanzaron en 1946 en Buenos Aires el manifiesto de Arte Concreto Invención y fueron muy notables artistas (el arquitecto Tomás Maldonado, lúcido teórico, su admirable compañera Lidy Prati, Raúl Lozza –que utilizaba en sus cuadros magistralmente el espacio–, Manuel Espinoza –del que es difícil olvidar sus alucinantes círculos y cuadrados cromáticos–, Alfredo Hlito –que en el juego de la diversidad de las formas geométricas crea un orbe alegre y colorido–, el escultor Ennio Iommi –con sus pequeñas esculturas plenas de gracia y vuelo–), y fuera de ese grupo, el escultor Vitullo, de vida trágica, y del que se recrean también breves momentos desdichados con su esposa Marie, y la pintora Eugenia Crenovich, tan ligada, como discípula y pareja, a Juan del Prete.
Para volvernos emotivos los poemas, Cecilia Romana cuenta o hace contar a otros, con un habla sencilla y honda, pequeñas historias de los que devastó la vida, o los que no supieron vivirla, o los que persiguió la mala suerte, o los que señaló la locura, o los que se fueron cayendo simultáneamente con los pedazos de los amores rotos, de manera que aquello que podría ser tedioso o seco, como lo es la descripción poética de piezas artísticas, se vuelve íntimo y humano. Reproduzcamos, por ejemplo, parte de este conmovedor poema en prosa (“Vitullo”): “Lo que más le dolía a Vitullo era no poder alcanzar un conocimiento total de su arte: yo logro una experiencia plena con la literatura, aunque no entiendo nada de literatura, pero no con mi obra ¿por qué estoy tan solo?, escribió en septiembre de 1951. Al mes siguiente, a punto de cumplir años: Quiero entrar en un salón y que todos se den vuelta para mirar quién soy. No me importa esta verdad revelada de ser único sólo para alguien. Sufría, pero más que la soledad, le dolía el fracaso. Como a mí, como a todos los que damos por sentado que nadie se preguntará quiénes somos en un salón, ni en un libro.”
Cuando Cecilia Romana cuenta en primera persona parece que ha conocido a los artistas, incluso a los nacidos en la última década del siglo XIX o en las tres primeras décadas del siglo XX, y parece que los hubiera tratado desde siempre.
Cecilia Romana estudió la carrera de Artes en su país natal. En los poemas, en unos cuantos trazos, puede dibujar retratos o describir un cuadro o escribir escueta y puntualmente crítica de pintura. En el libro encontramos también la vida de Buenos Aires con nombres propios: calles, barrios, comercios, clubes, y curiosamente, de manera muy graciosa, cosas del futbol.
En el libro –en todos sus libros de poemas– Cecilia Romana, no sin ternura y desvalimiento, nos hace entrar por “la puerta triste”.