Poesía
El paisaje de la intimidadPo r G u s t a v o P a b l o sEntre otras cosas, la
poesía siempre es una indagación en torno a lo que cada uno atesora, no sólo del presente sino también de lo que con mayor o menor nostalgia y dolor ha quedado atrás. En el poema algo de ese universo destinado a consumirse queda resguardado con una coloración y un timbre propios, confirmando que los versos suelen tener la virtud de acomodar lo vivido –para que quizás incomode menos– y darle un nuevo sentido a la experiencia.
Algo así sucede con Los que fueron, el nuevo libro de la poeta
y ensayista bonaerense Cecilia Romana, donde los poemas convergen en un punto singular: el orden de la intimidad con sus preguntas y respuestas que a veces pugnan por ser escritas. Una voz mesurada, precisa y sin estridencias, con múltiples aunque en muchos casos agazapadas referencias literarias y culturales, que registra algunos momentos del presente y también aquellos que la memoria ha necesitado recuperar y poner en palabras. En unos se trata de episodios
de la adolescencia, en otros de los encuentros con su hermano, o los que se detienen en la casa familiar y el mandato paterno: “Quieren que me case/ con un dentista. Es/comprensible./ Pero si les doy el gusto ahora,/ mañana querrán que entre/ en el cuadro/ de honor de la universidad” (“Maipú”). También están aquellos que se ocupan de los diversos espacios y momentos en que surgió el amor, como el del personaje que huye incapaz de resistir un plan: “Finalmente, no se trata de rebatir la posibilidad/ de que el amor eche raíces a la segunda cita, sino/ de un acto más ruin todavía: quemarle los gajos.// El plan que trazamos aquella tarde –¿te olvidaste,/ acaso?–, me refiero a la orientación de los cuartos, la/ grilla de horarios en que cada uno dispondría de/ la máquina, bastó un llamado telefónico para/ que se esfumara con la resolución de un conscripto.” (“Una alfombra para dos escritores”). Sin embargo, rebelde y a la vez ansioso por encontrar certezas en el amor, este sujeto poético también desea preservar su identidad y no disolverse en el otro: “La bufanda en el perchero. No alcanzo/ a ver/ dónde acaba.// Hay longitudes que me cuesta/ abarcar/ de una sola vez. // No pienso destejer mi vida/ para darte/ una mujer nueva.” (“El tejido como resistencia”). A su vez, la inclinación a buscar un refugio en los perros, en esos animales que se entregan con devoción y con un protagonismo destacado: “Nada del otro mundo:/ otra boca/ que alimentar, algo que/ de verdad me necesite” (de “Fox”). A pesar de que, como los seres humanos, con sus señales vaticinan la futura huida: “Él también buscará refugio/ en otra”. (“Terrier”). Con una voz a veces lúcida, otras ingenua, estos poemas no están cerrados sobre sí mismos sino abierto al lector: para que se vea, para que se pregunta y para que especule y complete algunas de las posibilidades presentes explícitamente o entrelíneas. Además de este libro, el quinto de su obra, Romana ha
publicado Flotas, hangares y otros trabajos mecánicos, Aviso de obra (Premio Sor Juana Inés de la Cruz), No lo conozcas (Premio Internacional Jaime Sabines) y El libro de los celos.