de
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¿Qué fuimos a ver, Simón...?
¿Qué fueron a ver al desierto?
¿Una caña agitada por el viento?
Evangelio de San Mateo
¿Qué fuimos a ver,
Simón, al otro lado del océano,
al otro lado de las nubes, arriba y
debajo,
sino hombres que nos esperaban tranquilos
deteniéndonos con el
esfuerzo mínimo que requiere
tensar un hilo de globo, patear
hormigas,
levantar un insecto entre los dedos
y dejarlo caminar mientras
la mano gira
brindando un nuevo horizonte tan efímero y cercano
como una
cinta cerrada en sus dos puntas,
cinta de Moebius.
¿Fuimos,
Simón,
adultos analfabetos de la gracia que no entendían nada,
nada de
nada, los arrebatos de sí mismos?
Los reyes de los barrios
marginales,
el kapanga de Villa Dálmine, el barrabrava de Boca
y los
negros murgueros
cayeron detenidos por las manos predicadoras,
impotencia
funcional de rodillas, tétrada de Celso.
Luego volviendo al sitio de
origen
de su emperramiento e ignorancia, llenos de excusas,
contando lo
poco que faltó, lo injusto,
hicieron alarde de un golpe fuerte, porque así
somos, Simón,
gente que desborda fuerza, y es tan bruta
que no comprende
siquiera el fracaso.
Marina Serrano (Quequén, Buenos Aires, 1973),
La
única cosa necesaria, Ediciones del Copista, Córdoba, 2012