
Roberto, ¿tiene novia? ¡pobre Roberto!/ Una y otra vez, como si estuviera grabado en el sonido de la tarde, como si el paso del tiempo hablara, como si el día para avanzar tuviera que subrayarse en esas palabras dichas con modulación imperfecta e imprecisa, como si el ponerse del sol tuviera que gritarse en esa voz, aguda, chillona, repetida en el aire ¿tiene novia, tiene novia, tiene novia, Roberto, tiene novia? ¡pobre, Roberto!
Durante las cinco horas que le llevó a la tarde irse aquel día, el loro azuzó los oídos de Margarita, la espoleó y ella rió al principio pero finalmente se sientió desconcertada. Más avanzaba su desconcierto y más miraba a su madre, tan apática ante el fenómeno del grito reiterado en el transcurrir de la tarde, tan trágicamente ausente ante la pregunta porfiada, tan distraída en su tejido y definitivamente de espaldas a la caída del sol que, para el pesar de Margarita ese día lo hacía así, chillando y encrepando a Roberto y a la soledad de Roberto.
“Es un loro”, dijo finalmente su madre. Un loro, y lo dice así, con la tranquilidad de una nube blanca.
Margarita intentó asentir, pero no creyó que esas, las machacadas, reiteradas, replicadas inquisiciones fueran dichas por un pájaro verde.
Es la tarde, pensó, con eso no hay problema, y en las tardes el sol se esconde, pero, quién es Roberto.
De golpe a Margarita se le iluminó la razón, Roberto es “un hombre” pensó. Pero entonces las palabras "un hombre" sonaron tan ocultas y misteriosas como aquel grito chillón de la tarde.
Roberto es un hombre, insistió, y la tarde lo increpa, le grita y el tiempo avanza. Pobre Roberto. ¿Tendrá novia? Roberto.
Se le ocurrieron dos cosas: la primera es quizá ella era la misma novia de Roberto o podría serlo. Le pareció bien, su papá solía cantarle doncella, doncella dónde está tu rozín. El rozín era un caballo, pero un Rozín bien puede ser un Roberto.
La segunda, fue que ella podría ser la próxima víctima del decir chillón de la tarde, y entonces la tarde se preguntaría, ¿tiene novia, Margarita, tiene novia?, ¡pobre Margarita! y el corazón se le estrujó como si las preguntas que vienen grabadas en el sonido de la tarde con voz, aguda, chillona y repetida fueran incontestables.